Por MIGUEL ÁNGEL Liso Director editorial de Grupo Zeta, que está en El Periódico de Catalunya:
La trascendental cumbre europea que comienza el próximo jueves en Bruselas se va a celebrar bajo los efectos de la brutal descarga eléctrica que el electorado de Francia y Holanda ha propinado a los cerebros que en 1991 diseñaron en Maastricht el calendario del proceso de integración política y económica de Europa. Este electrochoque pasará a la historia como uno de los correctivos populares más severos que haya sufrido nunca una organización política supranacional de la importancia de la Unión Europea.Esta cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de los 25 sabe que es inútil intentar minimizar o edulcorar los efectos del varapalo que los ciudadanos de esos dos países han propiciado al Tratado constitucional, actualmente en proceso de ratificación. No sólo porque ambas naciones forman parte desde 1957 del núcleo duro del proyecto de unidad europea, sino porque han sido los primeros en expresar de forma mayoritaria un malestar en algunas zonas de la vieja Europa que, por lo que se intuye, está más extendido de lo que aparentemente parecía.Esta es una de las lecciones que se pueden extraer del rechazo de los referendos francés y holandés y de la posición reticente del Gobierno de Tony Blair, aplazando sine die su consulta popular sobre el Tratado constitucional. El malestar estaba ahí desde Maastricht, pero ha aflorado en el momento en que los ciudadanos de ambos países, tras intensos debates, han sido consultados individualmente sobre el Tratado por el que había de regirse la Europa del siglo XXI. No ha sido tanto un no al Tratado constitucional, cuyo rechazo o aprobación no hubiera incidido en la solución a los problemas que han emergido con fuerza, sino, posiblemente, a la falta de respuestas y dudas que el modelo ofrece para muchas cuestiones contemporá-neas, como la inmigración, el paro o el crecimiento económico en el futuro de países socialmente avanzados y de marcada personalidad.
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