Con la entrada en vigor del Protocolo de Kioto quedó demostrado que su existencia no depende de la voluntad de Estados Unidos de hacerse o no parte de él, aunque, como es obvio, la ratificación de este país lo fortalecería en forma sustantiva. Sin duda, la suerte del Protocolo tendrá que ver más con el grado de cumplimiento de los países industrializados en la reducción de sus emisiones de gases de efecto invernadero, de conformidad con las metas previstas.
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