La imparable subida de precios del petróleo, aparte de los efectos que puede tener sobre las economías de muchos países -entre otros, el nuestro, por su notable dependencia exterior-, es la manifestación más visible de un problema de fondo que ha de preocupar muy en serio tanto a los políticos como al público: el suministro energético. Las crisis de los años 1973 y 1980 respondían a factores de inestabilidad política que provocaron bruscas subidas de precios, aunque en el segundo caso se registraría luego una recuperación a los niveles anteriores a la crisis. A los riesgos geopolíticos de entonces, que se repiten en el golfo Pérsico y en Nigeria, se añade hoy el temor de que el continuo aumento de la demanda llegue a superar la oferta. En definitiva, que no haya petróleo suficiente para todos por mucho que suba su precio.
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