Chalecos antibalas, cámaras de seguridad, blindajes, todo esto hace parte de la ‘canasta familiar'.
Los 40.000 homicidios que se cuentan por año en Brasil ya habían vuelto común la expresión de que el país “vive una guerra silenciosa”. Ahora, al superar a Colombia en la producción de vehículos blindados para uso civil y, con un ejército privado que ya llega a casi 2 millones de hombres, el mercado de seguridad brasileño comprueba que la expresión no era una metáfora. En una ciudad como Sao Paulo, que quedó paralizada tres semanas atrás, cuando la organización criminal de ramificación carcelaria Primeiro Comando da Capital (PCC) lanzó una ola de atentados y dejó un panorama de muerte y destrozos, cualquier producto que ofrezca una sensación de seguridad, por más exagerado que pueda parecer, encuentra clientes.
Los 40.000 homicidios que se cuentan por año en Brasil ya habían vuelto común la expresión de que el país “vive una guerra silenciosa”. Ahora, al superar a Colombia en la producción de vehículos blindados para uso civil y, con un ejército privado que ya llega a casi 2 millones de hombres, el mercado de seguridad brasileño comprueba que la expresión no era una metáfora. En una ciudad como Sao Paulo, que quedó paralizada tres semanas atrás, cuando la organización criminal de ramificación carcelaria Primeiro Comando da Capital (PCC) lanzó una ola de atentados y dejó un panorama de muerte y destrozos, cualquier producto que ofrezca una sensación de seguridad, por más exagerado que pueda parecer, encuentra clientes.
Así, este año Brasil se transformó en el país que más autos blindados fabrica por año, superando a Estados Unidos, México y Colombia –unos 3.200 anualmente–, el que más agentes privados emplea –aproximadamente 1,8 millones– y se convirtió en el “laboratorio” de cada vez más productos contra la violencia urbana, desde chalecos antibala hasta chips de implante subcutáneo para localización satelital, en caso de secuestro. Según un trabajo del economista y abogado Ib Teixeira –autor del libro Las raíces de la violencia–, “Brasil está gastando cerca de 108.000 millones de reales (49.000 millones de dólares), 10 por ciento de su PBI, en la seguridad de sus habitantes. El 60 por ciento de ese valor es gasto en empresas privadas”.Obviamente, ese tipo de productos y servicios está restringido a los cuatro millones de consumidores que hacen de Brasil uno de los diez mayores mercados de productos de lujo del mundo: productos como Ferrari, Mont Blanc, Armani y Louis Vuitton mueven en el país entre 1.500 y 2.500 millones de dólares por año y desde el 2000 crece 35 por ciento por año, según MCF, consultora de empresas para clientes de clase AAA. El ataque del PCC fue un paso más en el aumento del miedo colectivo, pero las cifras de violencia de Sao Paulo ya son suficientemente alarmantes por sí solas. Según la Organización Mundial de la Salud, más de 1 por ciento de los 520.000 homicidios cometidos en todo el mundo en el 2002 ocurrieron en esta ciudad, con sus 58 muertes por año, por cada 100.000 habitantes.
“La nueva tendencia es blindar las casas. Está apenas comenzando, pero está creciendo rápido”, le dijo a EL TIEMPO Franco Giaffoni, presidente de la Asociación Brasileña de Blindaje (Abrablin). Por 1.500 dólares el metro cuadrado es posible dejar un cuarto sellado y blindado, como en la película El cuarto del pánico, con Jodie Foster. Después del ataque del PCC aumentó 33,5 por ciento la producción de vidrios blindados para autos: son pedidos de las blindadoras que especulan que la demanda continuará subiendo. “Los chalecos a prueba de balas ya tienen un lugar en el mercado. Los compran, por ejemplo, policías para cuando circulan como civiles, o los que andan en motos grandes, que son blanco de robos, para sentirse seguros en caso de escapar de un asalto y recibir disparos”, asegura Giaffoni.“Sí, después del ataque del PCC hubo más consultas sobre precios, pero la tendencia ya viene hace tiempo: la gente busca en los condominios cerrados la seguridad que ya no tiene en sus casas”, explica Silvio Cabral Filho, presidente de la Asociación de Condominios Horizontales. “El día de los atentados nosotros cerramos las oficinas y nos fuimos todos para mi casa en el condominio, porque era el único lugar donde nos podíamos sentir seguros cuando estaban siendo atacadas hasta las comisarías”, añade. Las cifras del ‘éxodo’ son impresionantes. En el estado de Sao Paulo (36 millones de habitantes) hay 12.000 condominios y 3.000 barrios cerrados –los primeros no tienen espacios públicos, los segundos sí–. “Actualmente hay 7,2 millones de personas en todo el estado de Sao Paulo ocupando algún tipo de barrio cerrado o condominio”, asegura Cabral Filho. “Yo preferiría vivir en un barrio y que mis hijos jugaran en la calle, como cuando yo era chico –comenta–. Pero si el Estado no cumple con su obligación, generando las condiciones para que tengamos seguridad, ¿qué podemos hacer?”.
Fuente: Diario El Tiempo de Bogotá
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