El peor accidente en la historia de Brasil no es un hecho aislado sino un nuevo capítulo, el más trágico, en la crisis que desde hace meses vive la aviación civil brasileña, y lo más insólito es que la tragedia de ayer puede haber sido producida por una negligencia fatal: la pista de aterrizaje de Congonhas no tenía las ranuras indispensables para frenar el avión en caso de lluvia. La pista había sido reformada en mayo, pero todavía no había sido realizado el "grooving", marcas en el piso que permiten una mayor adherencia cuando el suelo está húmedo. Las autoridades de Infraero, la estatal del gobierno de Luiz Inacio Lula da Silva que controla los aeropuertos, habían determinado que la pista podía funcionar así sin problemas porque en invierno las lluvias escasean en San Pablo. Pero el tiempo puede ser imprevisible: llovió el lunes y el martes. El lunes derrapó un avión y el martes, el de la tragedia.
Este año ya habían patinado en esa pista otros cuatro aviones. Uno de ellos quedó con la nariz inclinada sobre la avenida Washington Luis, la que ayer fue atravesada por el avión de TAM. Antes de la reforma (inconclusa), el Centro Nacional de Investigación y Prevención de Accidentes había ordenado que los aterrizajes y despegues fueran suspendidos en caso de lluvias. El costo político que le estaban produciendo los atrasos en los últimas semanas al gobierno de Lula puede haber motivado la utilización de la pista hasta las últimas consecuencias. "El aeropuerto comenzó a operar por presión popular; esto es la crónica de una tragedia anunciada", opinó el experto Gianfranco Beting, consultor de la industria aérea.
Brasil vive un caos aéreo que está volviendo un suplicio volar en el país. Y ese caos responde a una combinación de factores que generaron una bola de nieve que, una vez más, terminó en desastre. Por un lado, los sistemas de control de vuelo son, según sus propios operadores, de mala calidad; los controladores de vuelo eran pocos, mal entrenados -algunos no hablaban ni inglés- y tenían que hacer horas extras quedando sobre presión; Infraero es un organismo controlado por autoridades militares que no se sometían al control normal del Estado, ofreciendo siempre como respuesta que el sistema de tráfico aéreo brasileño "es de los mejores del mundo". El desastre de Gol, que mató 155 personas en septiembre pasado, hizo salir a la luz la mala administración del sistema de aviación civil del país.
Controladores, sintiéndose acusados, comenzaron a revelar los problemas, a trabajar a reglamento y realizar paros. Eso inició una serie de demoras que hacía que la gente sufriera hasta un día de atraso, generaba manifestaciones de pasajeros en los aeropuertos, que, irritados, se enfrentaban a los empleados de las compañías aéreas. Para doblegar al grupo de controladores de vuelo que realizaba trabajo reglamento para pedir mejora de las condiciones de trabajo, aumento salarial y más personal, el gobierno mandó detener al controlador (militar, impedido de organizarse sindicalmente) y contrató nuevos controladores. Sin embargo, según los propios controladores, la seguridad no está garantizada porque todavía le falta entrenamiento a los nuevos encargados de esa tarea En plena crisis aérea y política, la ministra de Turismo, Marta Suplicy, les dio una recomendación a los pasajeros que pasaban horas y horas tirados en los corredores de los aeropuertos: "Relájate y goza", les dijo, mientras abordaba aviones de la Fuerza Aérea Brasileña, sin atrasos. El ministro de Hacienda, Guido Mantega, ofreció otra interpretación. "Es el precio del éxito" ya que, según su interpretación, los problemas se debían al exceso de pasajeros. El sistema de aviación civil brasileño presenta gravísimas fallas que incluyen, además de una administración política deficiente y un ministro de Defensa que va a viajar a París en plena crisis, una concentración económica en apenas dos grupos: sólo TAM y Gol definen hoy los precios (altísimos en comparación con cualquier país del mundo) y las políticas para su propio sector.
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