martes, julio 17, 2007

Kirchner usó su manual antiescándalo

El reemplazo de Felisa Miceli por Miguel Peirano es un episodio más ligado a la política que a la economía. Y no sólo por el escaso impacto que la noticia está destinada a tener en los negocios. Tanto la salida de la ministra como el ascenso del secretario de Industria reproducen las principales reglas políticas con que se maneja Néstor Kirchner para gobernar. La primera ley es que en este tipo de movimientos, en los que el motor es el escándalo, debe quedar la sensación de que quien restaura el orden moral perdido es el Presidente. No la Justicia. Como en el caso de Fulvio Madaro y de Néstor Ulloa, expulsados durante el caso Skanska, bastó que el fiscal Guillermo Marijuán pidiera al juez la declaración indagatoria de la funcionaria sospechada para que la Casa Rosada la despidiera. Mientras María Servini de Cubría navega por el Egeo, Kirchner tuvo tiempo para hacer justicia por su propia mano, como acostumbra en estos casos. Este criterio expresa una política de personal que hace juego con un sueño originario del Gobierno: el de encarnar las pretensiones de saneamiento político que movilizaron a la clase media urbana desde la segunda mitad de los 90 y que alcanzaron el paroxismo en la antiutopía del “que se vayan todos”. Con dificultades crecientes, Kirchner cree que uno de sus mandatos es hacerse cargo de ese estado de ánimo, aunque el empeño le resulte cada día más trabajoso y también deba pagar el costo de que sean funcionarios suyos los que se vayan, de a uno. En el caso de Miceli, la situación era imposible de sostener. A los detalles patéticos de la bolsa y del botiquín se le comenzaron a agregar anécdotas periféricas. Desde los negocios de su hermano hasta las contrataciones de su hermana, que integra el plantel de asesores de Romina Picolotti, a quien ayer debe haber ganado una extraña sensación en el cuello. Al final, en el hundimiento de Miceli pudo más su familia sanguínea que su marido, Ricardo Velazco, "El Pacha", a quien en el imaginario del Gobierno no le correspondía entrar en el cuadro de honor.

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