El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, consiguió ayer imponerse a las poderosas Fuerzas Armadas tras un agónico pulso mantenido con ocasión de la renovación de la cúpula militar. El Ejecutivo del partido islamista moderado AKP logró bloquear el ascenso de 11 generales imputados en varias tramas golpistas investigadas por la justicia turca y paralizar el nombramiento a la comandancia del Ejército de Tierra de un general convocado a declarar ante los jueces en el marco de una de las investigaciones.
Las Fuerzas Armadas, que tras cuatro días de cónclave intentaron mantener hasta última hora de ayer los ascensos de los 11 generales imputados, plegaron velas ante la presión de Erdogan, en lo que se recordará como uno de los mayores pulsos entre el Ejército y el Gobierno desde que el AKP subió al poder en 2002.
La sesión anual del Consejo Supremo Militar (YAS), en la que se decide la renovación de la cúpula de acuerdo con los sacrosantos valores castrenses heredados del fundador de la República Mustafá Kemal Atatürk, nunca ha tenido mayor repercusión en la agenda política turca. Lo que normalmente era una reunión de carácter burocrático e interno de la jerarquía militar, se transformó en un evidente terreno de batalla.
El cónclave sacó a la luz el pulso subterráneo que mantienen el poder civil y el militar en Turquía a un mes del referéndum sobre la reforma de la Constitución de 1982, que pretende restar poder a los militares.
Tras una agónico día de reuniones a varias bandas, el Gobierno de Erdogan consiguió salirse con la suya al bloquear el ascenso del general Hasan Igsiz, al que la fiscalía acusa de participar en la trama golpista Ergenekon y a quien la cúpula militar quería ascender al puesto de comandante del Ejército de Tierra.
Los militares lograron sin embargo el nombramiento del general Isik Kosaner para el puesto de jefe del Estado Mayor, tal y como estaba previsto. La candidatura de Kosaner, cuyas ideas fuertemente secularistas no son ningún secreto, no es del agrado de Erdogan.
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