A las cinco y media de la mañana de ayer, los habitantes de Chapinero, céntrico barrio de la capital del país, se estremecieron con la detonación de un carro bomba sobre la emblemática carrera 7a. y cerca de la cadena radial Caracol y la agencia española de noticias EFE. Afortunadamente, el cobarde acto terrorista, que merece el más enérgico rechazo, no dejó víctimas fatales. Sin embargo, les recordó a los capitalinos lo vulnerable y preciosa que es la tranquilidad recuperada en años recientes.
Aunque desde hace unos cuatro años Bogotá no era víctima de un atentado de estas características, es preciso no olvidar que la generación de zozobra y ansiedad es el objetivo principal de los terroristas. Tal como lo afirmó el presidente Juan Manuel Santos en su recorrido por el sitio de la explosión, la política de seguridad democrática no puede 'bajar la guardia', en especial en la capital de la república. Conviene recordar los urgentes llamados de los últimos meses para complementar los esfuerzos militares con estrategias diseñadas a la medida de los entornos citadinos. La lucha contra las organizaciones al margen de la ley en las extremas izquierda y derecha debe contemplar también un tóxico componente urbano, que introduce narcotráfico, control territorial de bandas y criminalidad organizada alrededor de la extorsión, la prostitución, los juegos ilegales y la venta al detal de estupefacientes. A la protección de las zonas rurales, las carreteras y la infraestructura energética hay que añadir sin dilación la de las centrales de abastos y las barriadas populares y el combate de las 'oficinas de cobro' de las grandes capitales.
Los primeros partes de las autoridades apuntarían a una autoría de las Farc por el tipo de explosivo y el modus operandi del atentado. No obstante, es importante mantener abiertas las demás líneas de investigación y no descartar intenciones desestabilizadoras desde otras orillas del espectro ideológico. La primera semana de la administración Santos ha estado marcada por la toma de decisiones delicadas en materia de política exterior y de eventuales aperturas a diálogos de paz. No sería la primera vez que sectores renegados intentan presionar el curso de algunas políticas por la vía 'oscura' y emplear la violencia para enrarecer el ambiente y así obstaculizar los cambios.
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