Los choques entre las tropas norteamericanas y los rebeldes en todo Irak, las maniobras políticas en Estados Unidos por su despliegue allí y las repercusiones de esa presencia en todo el mundo no dejan dudas de que las esperanzas del gobierno de George W. Bush de que la situación cambie han quedado frustradas. El reciente aumento en el número de tropas norteamericanas sólo ha incrementado las sombrías estadísticas de las bajas militares, los civiles muertos y la devastación generalizada. El Congreso norteamericano aprobó a regañadientes la financiación para el despliegue de las tropas sin exigir una fecha para su retiro. Pero, a pesar de las declaraciones de victoria, las informaciones periodísticas sugieren que el equipo de Bush comprende que su plan para Irak está agotado. Según diversos informes, el gobierno está considerando reducir a la mitad las tropas en Irak para al año próximo, así como cambiar la orden que tienen de intervenir en misiones de combate a la de participar en misiones de apoyo y adiestramiento.
Hay un renovado interés en las recomendaciones del Grupo de Estudio sobre Irak, que había sido desechado hace tan sólo unos meses. Washington ha comenzado a consultar a los vecinos de Irak, Irán y Siria. De manera que incluso los que han persistido en el error están obligados a revisar sus políticas. Pero ¿se trata de un verdadero cambio para mejor? ¿Hay una luz al final del túnel? No. La clave para comprender la situación -hoy y hace dos o tres años, e incluso desde el primer día de la invasión- es simple. Irak está ocupado por fuerzas de los Estados Unidos. Este hecho no ha cambiado con la creación de un Parlamento en Irak, con la elección de un nuevo gobierno ni con haber logrado una relativa calma en algunas partes del país. Millones de iraquíes consideran que la ocupación es una humillación nacional. Eso promueve conflictos sectarios, rivalidades civiles y una incesante inestabilidad. Bush culpa a los terroristas (que, casualmente, no eran fuertes en Irak antes de la invasión) e insta a los vecinos de Irak y a la comunidad internacional a cooperar para estabilizar el país. En realidad, la mayoría de los aliados internacionales de Estados Unidos -no sólo los miembros de la llamada "coalición", sino también los que condenaron la invasión- están dispuestos a colaborar.
Hace poco, en una conferencia en Egipto, se aceptó reducir en 30.000 millones de dólares la deuda iraquí. Esa decisión fue respaldada por China, Arabia Saudita, España y varios otros países. Rusia aceptó mucho antes condonar gran parte de la deuda de Irak. Por lo tanto, no hay motivo para acusar a los miembros de la comunidad internacional de no comprender la importancia de un Irak estable. Sin embargo, el gobierno de Bush parece estar usando esa actitud aparentemente constructiva al servicio propio. Aunque les pide a sus aliados que ayuden a Irak, se niega a hacer lo único que realmente ayudaría a ese país: desarrollar una estrategia para el retiro de sus tropas. Los norteamericanos presionarán cada vez más a su gobierno para que haga exactamente eso. Mantener cierto número de militares norteamericanos en Irak durante un período razonable sería aceptable para la mayoría de los iraquíes, así como para la comunidad internacional. Pero sólo si se reconoce que la ocupación ha concluido. El retiro de las tropas norteamericanas de Irak es inevitable. Pero ¿no es mejor retirarse cuando los principales protagonistas dentro y fuera de Irak coinciden en cuestiones esenciales? Estas no incluyen meramente cómo retirarse sin demasiada angustia sino cómo avanzar hacia la reconciliación nacional y cómo asegurar la paz y la seguridad en la región.

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