miércoles, enero 24, 2007

Bush: más etanol, menos petróleo

El presidente George W. Bush planteó anoche a los estadounidenses reducir el consumo de petróleo y promover el uso de combustibles alternativos, como el etanol, para no depender de la energía extranjera, ahorrar dinero y contribuir a la limpieza del medio ambiente. En su discurso anual sobre el estado de la nación ante el Congreso, en el que también mencionó de pasada que seguiría buscando una reforma a la ley de migración para regularizar a indocumentados, Bush, quien hace un año calificó a su país como "adicto al petróleo", centró su interés en la seguridad energética.

La gran potencia ve su adicción como una vulnerabilidad ante productores hostiles como Irán y Venezuela o cuando menos rivales en caso de una crisis energética como son China y Rusia. Eso, independientemente de que su consumo irracional liga su economía a los vaivenes del precio del crudo, que ayer volvió a superar los 50 dólares por barril.

Bush quiere reducir el consumo en 20% en 10 años, promover los vehículos ecológicos y, sobre todo, reorientar el consumo al etanol, un biocombustible extraído del maíz y del azúcar. La reducción de la dependencia al petróleo extranjero sería marginal, pero no los efectos que en la economía agrícola tendrá la desviación del maíz hacia la producción de etanol. Estados Unidos es el principal exportador mundial de la gramínea, cuya alza de precio se resiente en la tortilla mexicana.

Brasil ha dedicado una parte de sus utilidades petroleras a investigaciones y experimentos con etanol, como combustible alternativo. México en cambio mantiene su hábito de asentar sus finanzas públicas en las ganancias petroleras. Es decir, nos estamos quedando con petróleo para exportar en un mercado que no necesariamente querrá nuestro producto si es que logramos sacarlo de los sobreexplotados yacimientos. Bush ha sido certero al convocar la atención a un problema medular de la economía mundial, que depende de la energía, ahora obtenida principalmente de hidrocarburos, no renovables y sí altamente contaminantes, al grado de que son responsables centrales del calentamiento global. Para reducir el uso de hidrocarburos se formuló en el decenio pasado el Protocolo de Kioto, que el Partido Republicano rechazó por los elevados costos que representa para la industria y el transporte.

Ahora, por su propio interés, Bush, en el ocaso de su presidencia, corre tras un esquema energético que rechazó inicialmente en congruencia con la protección de los intereses de las grandes petroleras y empresas colaterales que le han financiado sus campañas desde Texas hasta la Casa Blanca. Si la propuesta prospera, se podría encarrilar la solución de un problema sustantivo para quien lo suceda en la Casa Blanca, meta declarada esta semana por los senadores demócratas Hillary Clinton y Barack Obama, aunque ambos adolecen de la particularidad de polarizar su candidatura, la primera por su género y el segundo por su origen racial. Ahí la sorpresa podría ser el senador de Carolina del Norte John Edwards, sin flancos débiles conocidos, cuando menos hasta ahora. Nadie que ocupe la Casa Blanca después de Bush podría desentenderse de un planteamiento como el formulado anoche. El escenario energético mundial puede cambiar por él.

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