Juan Paredes Castro Editor del diario El Comercio de Lima escribe este interesante artículo que sugiero su lectura:
El bajón de nuestras relaciones con Chile, junto con el mediatizado nivel de las que manejamos con Brasil, Ecuador, Colombia y Bolivia, revela que nos hemos ido demasiado por las ramas. Hemos privilegiado multilateralidades prescindibles y descuidado bilateralidades vitales. Seguimos perdiendo mucho tiempo en cumbres presidenciales y ganando muy poco en trabajos diplomáticos cara a cara, en el llano. Nuestra dinámica de oportunidades y prioridades está prácticamente en el aire. No sabemos, realmente, en qué dirección queremos marchar. Nos damos el lujo de mandar al cuerno una reunión 2+2 con Chile (militares y diplomáticos construyendo confianza de un lado y otro) y preferimos conversar en Marruecos, Brasilia o Cartagena. Nos recostamos habitualmente en la hipocresía protocolar internacional porque seguimos pensando que es mejor tomar al rábano por las hojas. Entre tanto, corren los días, y nuestra vuelta al pasado se hace más recurrente que nunca y nuestro sentido de futuro se cuelga de la improvisación. Nos ponemos, así, una vez más, a un paso de la frustración constante. Sin descuidar lo que la globalización y la multilateralidad bien entendidas nos imponen, tenemos que volver los ojos a un trabajo diplomático bilateral que también nuestros vecinos lo han reducido a la más improductiva rutina burocrática. Hay compromisos y obligaciones de una parte y otra que deben ser revitalizados, a un punto tal, que no habrá APEC, Cumbre Sudamericana, TLC, Mercosur ni Comunidad Andina que valgan, si nuestras fronteras en este lado del mundo continúan despertando recelos, confrontaciones, reclamos insatisfechos y aspiraciones armamentistas, en lo que parece ser el subsuelo explosivo de lo que --¡oh, ironía!-- pretendemos construir más arriba, hemisféricamente. No solo el Perú tiene que replantear sus relaciones con Chile. Chile tiene que hacerlo igualmente. Su plataforma de modelo de Estado moderno y de mercado abierto tiene que ir de la mano de una democracia que vaya dejando cada vez más atrás la tutela militar y de una diplomacia que vaya haciendo lo mismo con la soberbia y la tentación hegemónica de viejos tiempos. El presidente Ricardo Lagos es consciente de esto. De otra manera no hubiera empujado las explicaciones públicas de los últimos días de todo aquello (en la venta de armas a Ecuador) que hace diez años se trató en privado en Santiago y se encarpetó en Lima. Necesitamos una bilateralidad sudamericana a todo pulmón, sin apartarnos del marco jurídico internacional, cuya frialdad nos protege, felizmente, de cualquier termocefalia coyuntural.
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