lunes, diciembre 19, 2005

Alta participación en elecciones del jueves en Irak aleja la perspectiva de una guerra civil

La larga pesadilla de Irak, donde no pasa día sin que corra sangre, pareció suspenderse el jueves pasado, día de las elecciones generales de un parlamento de 275 escaños, que debe escoger el primer gobierno en propiedad para los próximos cuatro años. No solo bajó la violencia, sino que se desbordaron los pronósticos más optimistas sobre la participación, en especial de los sunitas, la minoría que detentó el poder bajo Saddam Hussein y hoy es la base social de la insurgencia. La movilización hacia las urnas fue masiva: 11 millones de iraquíes (70 por ciento del electorado). Votaron chiitas y kurdos en gran número. Pero lo más notable fue la participación en las cuatro provincias sunitas. A diferencia de las elecciones del 30 de enero y del referendo constitucional –boicoteados por ellos por temor o indiferencia–, en esta ocasión los sunitas se volcaron a las urnas.
Fue notoria la baja de los ataques: unos 50 ese día, frente a un promedio diario previo de más de 80, o los 300 cometidos durante la votación del 30 de enero. Quizá tan importante como la vigilancia, a cargo de 225 mil efectivos iraquíes apoyados por los estadounidenses, puede haber sido la decisión de varios grupos militantes de abstenerse de realizar actos de boicoteo. Aunque los resultados definitivos y la composición del nuevo parlamento tardarán unas dos semanas en conocerse, se especula ya con algunos elementos. De las tres grandes coaliciones, correspondientes a los principales sectores geográficos y religiosos de la nación, el bloque más importante será, como ahora, el chiita. Los kurdos parece que se mantendrán alrededor del 26 por ciento que lograron en la elección anterior. El aumento importante en la representación parlamentaria será de los sunitas. Es probable que los chiitas –divididos en un bloque religioso y otro secular– no logren la mayoría de los 275 diputados. Hay cuatro meses para introducir modificaciones a la Constitución, las cuales, sin duda, harán parte de la negociación sobre el futuro gobierno e interesan, ante todo, a los grupos sunitas. El primer ministro debe ser nominado por un consejo presidencial, elegido por mayoría de dos tercios, lo cual impone la necesidad de hacer coaliciones. Y el nuevo gobierno no será interino, como el actual, sino por 4 años. Todo esto lleva a pensar que de esta jornada saldrán un parlamento y un gobierno más representativos, producto de acuerdos y negociaciones entre los grupos, incluidos los sunitas. Este es quizá el gran resultado de la elección. La participación de la mayoría de la población sunita en el proceso democrático aleja la perspectiva de que Irak se hunda en la guerra civil. La situación aún es crítica y, pese a las proclamadas intenciones de Bush, dista de estar claro cuándo y cómo van a salir las tropas estadounidenses. Pero la sola participación electoral es un dato alentador. Por algo, el vicepresidente de E.U., Dick Cheney, emprendió el domingo un viaje sorpresa a Irak, y el presidente Bush tenía programada, al cierre de este editorial, una intervención televisada en la noche de ayer. Una vez constituido el nuevo parlamento y designado por este el gobierno, los retos de uno y otro –y de sus patrocinadores de Washington– son enormes. Es crucial la negociación que se viene respecto a la composición del gobierno, en especial sobre los cambios en la constitución. De la flexibilidad de los grupos chiitas y kurdos depende integrar a los sunitas e, incluso, a una parte de la actual insurgencia al proceso democrático. Luego, este gobierno debe asumir, tarde o temprano, el control territorial y la seguridad en todo el país, para que Estados Unidos piense en serio en retirar sus 180.000 soldados (20.000 de ellos, enviados en vísperas de las elecciones, saldrán próximamente). Los comicios son, sin duda, un soplo de aire fresco. Pero no solo el nuevo poder político iraquí está ante gigantescas dificultades. En casa, donde apenas el 32 por ciento de la gente sigue creyendo que se saldrá con la suya en Irak, Bush enfrenta grandes presiones. Entre otras, la idea, cada vez más en boga, de que parte de los problemas que el nuevo gobierno iraquí tiene para recuperar la paz y el orden es, precisamente, la ocupación estadounidense.
Fuente: Diario El Tiempo de Bogotá.

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