En una histórica jornada de democracia, el país se volcó al voto y eligió clara y contundentemente a un candidato: Evo Morales, líder del Movimiento al Socialismo. Fue un mandato nítido, siguiendo el estilo que pareció nacer en la anterior elección municipal y que se vislumbraba como un avance de un proceso de elección no siempre afortunado en el pasado, que estaba caracterizado por una dispersión riesgosa. Si bien los datos que se conocen hasta ahora están basados en proyecciones de conteo rápido de votos —es decir, no son datos oficiales—, la buena experiencia de estos métodos de recuento en el pasado permiten fiarse de sus resultados. Y los datos de la empresa Apoyo, que utiliza este medio junto con la Red ATB y el diario El Nuevo Día, señalan que Evo Morales habría obtenido el 51.1 por ciento, frente a 31.3 de Tuto Quiroga. Así, Bolivia puede decir, como nunca antes en elecciones limpias de fraude, que tiene nuevo Presidente el mismo día de los comicios, para que asuma, en este caso, el 22 de enero el mando de la nación. Sólo este detalle, impensable hasta hace poco, habla de una nueva actitud del electorado. Ha sido una victoria contundente, incuestionable. Por eso los candidatos que ocuparon el segundo y tercer lugar se apresuraron anoche a reconocer el triunfo de Evo Morales y felicitarlo, en un gesto inusual en el pasado, que habla de la generosidad y sensatez de los dos perdedores de esta contienda. El alto porcentaje de 51 por ciento alcanzado por el triunfador permite constatar que Evo Morales recibió el respaldo no sólo del área rural, sino también urbano. No son, entonces, únicamente campesinos y movimientos sociales quienes votaron por él. Se entiende que en un 51 por ciento de votación, muchos sectores tienen que haber puesto su parte. Y aunque habrá mucho tiempo para analizar las varias lecturas que ofrece el resultado del acto electoral, se debe destacar que la voz del pueblo votante parece haberse dirigido en este caso por una revolución democrática que quiere otros actores, otro modelo y principalmente otra actitud de ejercicio de poder que responda a las necesidades apremiantes de los más necesitados. Porque en paralelo, frente a la sorprendente emergencia del MAS también está la estrepitosa derrota de los llamados partidos tradicionales, que a su paso dejaron el mal ejemplo que hoy la historia se ha propuesto castigar. Retorna, pues, la izquierda al país. Una izquierda compuesta por liderazgos en algunos casos tradicionales. Si se observa a los países vecinos, se constatará que este reflujo histórico hoy consolidado en Bolivia, viene dándose en varios países de la región sudamericana. Sudamérica está girando hacia la izquierda y eso es parte de la dinámica de las naciones. En el caso boliviano, Evo Morales es la expresión de alternabilidad que hoy tiene en sus manos el mayor desafío de su vida. Y en los poco más de 30 días hasta que jure a la Presidencia, tendrá tiempo para armar su equipo de trabajo y seguramente también para escuchar voces que señalen la necesidad que tendrá el líder de comenzar, ahora, a pensar y actuar como un mandatario de Estado, como un estadista, y hacer del valor de la tolerancia y el respeto a las ideas distintas, una garantía de confianza.
Fuente: Editorial que trae hoy el diario La Razón de Bolivia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario