Dos días después de la victoria, aplacados los vítores, latentes las presiones, creciente la expectativa, el presidente electo de Bolivia, Evo Morales, confesó con tranquilidad prodigiosa: "No tengo en la mente ni un solo ministro". Desde el gobierno de Eduardo Rodríguez, ansioso por pasarle la posta el 22 de enero y retomar la presidencia de la Corte Suprema, había recibido una señal: organizar la transición. En eso estaba ayer Morales, aún pendiente del resultado oficial de los comicios: obtenía un 50,08% de los votos después del lento escrutinio de poco más de la mitad de las mesas, según la Corte Nacional Electoral (CNE). Estaba confiado, sin embargo, en que había logrado "cerca de un 54 o un 55%" gracias "al voto del campo", el cual, según dijo en una rueda de prensa, "puede ser otra sorpresa". El apuro de Rodríguez, así como la inquietud interna y externa sobre la composición del futuro gabinete, no parecía coincidir con la calma aparente de Morales. Entre hoy y mañana se reunirán los senadores y los diputados electos por el Movimiento al Socialismo (MAS) y, en forma paralela, los equipos técnicos que evaluarán las propuestas de más de 50 movimientos sociales que participaron en la campaña. "Ya tenemos una bancada obrera, campesina y profesional en el Congreso -dijo Morales-. En el gabinete queremos que estén representados los hombres y las mujeres de todas las regiones. En Bolivia manda el pueblo boliviano. Nosotros respondemos a los movimientos sociales y, para conformar los equipos de trabajo, estamos llamando a un ampliado de emergencia". En la jerga del MAS, el "ampliado de emergencia" es la instancia que definirá, en cierto modo, el perfil del nuevo gobierno. En los movimientos sociales habrá contentos y amargados, seguramente. Ni un solo nombre de algún potencial ministro trascendió entre sus colaboradores más estrechos, diez personas (entre ellos, el vicepresidente electo, Alvaro García Linera) que van y vienen donde Morales manda. "Se levanta a las cuatro de la mañana y no para hasta la una de la mañana del día siguiente", confió a LA NACION una colaboradora cercana que no lograba disimular el cansancio después de la euforia. Temprano, en la Federación de Cooperativas Mineras (Fedcomin), Morales dijo: "Compañeros, acá vamos a conducirnos de manera diferente. Vamos a acabar con la corrupción y con el modelo neoliberal". No tolera que lo llamen "señor": "Ningún señor -replicó-. Compañero, por si acaso". Antes había dicho al pasar: "Jamás me verán con corbata". Presiones diversas Desde todos los frentes, Morales recibió presiones apenas supo de su triunfo. La Central Obrera Boliviana (COB) le impuso un plazo de 180 días para rever los contratos petroleros, pero, a su vez, la Cámara Boliviana de Hidrocarburos (CBH) le pidió que busque "escenarios de consenso" para preservar las inversiones, estimadas en 300 millones de dólares. Hasta el sindicato de maestros le planteó una tregua hasta marzo por un aumento postergado del salario básico: de 400 bolivianos (150 pesos) a 6000 (2250). Si no, prometieron sus dirigentes, ganarán las calles. Inflexible en algunos aspectos, Morales dijo ayer que va a nacionalizar los hidrocarburos y a eliminar la cláusula que establece el derecho a la propiedad en la boca de pozo en los contratos, que son "ilegales e inconstitucionales". Y agregó: "Con contrabandistas o empresas que no pagan impuestos vamos a ser radicales. No son todas. Yo sé de dos casos, uno comprobado y otro todavía no". Esto no significa, aclaró, que piense confiscar o expropiar los bienes de las compañías extranjeras. El Estado, en respuesta a "un gran sentimiento del pueblo boliviano", tendrá mayor participación en el negocio, dijo. Frente a ello, Jaime Solares, líder de la COB, señaló que una de las primeras medidas de gobierno debería ser "la nacionalización sin indemnización y, para eso, no se necesita consultar a Washington ni al presidente de Brasil, sino, simplemente, aplicar la Constitución". Morales criticó en forma irónica a algunos medios de comunicación ("A Unitel [un canal de TV], muchas gracias por la campaña sucia", dijo) y dio una lección de periodismo ("Es importante, como periodistas, decir la verdad, informar y educar", agregó). Como en las jornadas anteriores, también expresó "el máximo agradecimiento de la vida" a sus padres, "que en paz descansen; a los movimientos sociales y, sobre todo, al movimiento campesino". Y rindió tributo al souvenir frecuente en el MAS: la hoja de coca. "El MAS ha sido parido por la hoja de coca y por la lucha por la tierra", dijo. En defensa de la legalización de su cultivo, usual en el norte de la Argentina y en Perú, Morales dijo que "no es posible que la hoja de coca siga sometida a un arresto domiciliario; es legal en Bolivia, pero no es legal en la comunidad internacional" y que "debe ser retirada de la lista de venenos de las Naciones Unidas". En Bolivia, más allá de las sospechas de los Estados Unidos sobre el incremento de los cultivos para el procesamiento de cocaína, la hoja de coca, de sabor amargo, está incorporada en la cultura como medicina, alimento, alivio para el mal de altura y elemento de rituales ancestrales. Como dijo a LA NACION un minero de apellido Fuentes: "Quita la sed y el cansancio", habituales a casi 4000 metros sobre el nivel del mar. Coca no es cocaína Morales hizo de la defensa del cultivo una bandera e instó a los Estados Unidos a emprender un plan de narcotráfico cero en Bolivia. "La coca no es cocaína, y el campesino no es un narcotraficante -dijo ayer-. No es posible que sólo sea despenalizada para la Coca-Cola." Jaime Paz Zamora, presidente de Bolivia desde 1989 hasta 1993, asistió en 2002 a la Cumbre Iberoamericana, realizada en Madrid, con una hoja de coca en la solapa. "En las fuerzas armadas me enseñaron que no debía permitirse ir armados a los militares extranjeros -dijo Morales-. En el Chapare veo a los soldados norteamericanos y veo a la policía nacional subordinada a ellos, a esas fuerzas externas." En 2004, el ex presidente Carlos Mesa permitió a los cocaleros de esa zona que sembraran un cato de coca, medida equivalente a 1600 metros cuadrados. La medida apaciguó los ánimos, pero Morales insiste en que la coca debe ser retirada de la lista de sustancias prohibidas de las Naciones Unidas. Está incluida en ella desde 1961. En Bolivia, el poder de los aymaras, segunda etnia por población detrás de la quechua, ha crecido en forma considerable desde la revuelta que organizaron en septiembre de 2000 en La Paz y el Chapare contra la erradicación de la coca. Tres años después, la movilización indígena contra la privatización de los hidrocarburos provocó la caída del gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada.
Fuente: Diario La Nación de Buenos Aires


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