Entre el 15 de enero, cuando Chile va a la segunda vuelta de su elección presidencial, y el 3 de diciembre del 2006, día en que Hugo Chávez se presentará de nuevo a las urnas en Venezuela, habrá diez procesos electorales en América Latina. Con la posibilidad de que en países como México, Chile y Nicaragua los comicios ratifiquen la creciente tendencia a la izquierda, Estados Unidos haría bien en preocuparse por una región que le está dando insistentes muestras de no querer seguir siendo su ‘patio trasero’.Tres de las cuatro elecciones realizadas antes de finalizar el 2005 dieron triunfos a la izquierda. En Honduras (27 de noviembre) ganó José Manuel Zelaya, de centroderecha; pero en las parlamentarias de Venezuela (4 de diciembre), la ausencia de la oposición y la alta abstención dejaron a Hugo Chávez con el monopolio del parlamento; en Chile (11 de diciembre), la socialista Michelle Bachelet ganó por un millón de votos la primera vuelta al derechista Sebastián Piñera, y en Bolivia (18 de diciembre) barrió el símbolo indígena y cocalero Evo Morales. El 2006 puede profundizar esta tendencia. Clave es la elección en México, el 2 de julio, donde el ex alcalde de izquierda de la capital Andrés López Obrador encabeza las encuestas. Un triunfo –probable– de la señora Bachelet en la segunda vuelta de las presidenciales en Chile mantendría a la izquierda moderada en el poder y daría a Suramérica su primera mujer presidenta.Nicaragua vota el 5 de noviembre y no es improbable un retorno del Frente Sandinista, con Daniel Ortega, a la Presidencia. Si bien en Perú la demócrata cristiana Lourdes Flores encabeza las encuestas, Ollanta Humala, el populista ex militar líder de una rebelión contra el gobierno en el 2000, se ha disparado en las encuestas y está de segundo en intención de voto. De triunfar el socialista León Roldós sobre el alcalde socialcristiano de Guayaquil, Jaime Nebot, en las presidenciales ecuatorianas de octubre, se añadiría a la lista otro gobierno de izquierda moderado. Brasil protagonizará la otra gran elección del 2006, el primero de octubre, con Lula de segundo en las encuestas frente a su rival de centro, José Serra, a causa del escándalo de corrupción del PT. Será clave para la evolución política del subcontinente que Lula logre o no reelegirse. La última elección del año será en Venezuela, el 3 de diciembre, y pocos apuestan contra Hugo Chávez, que ganaría así la undécima votación popular a la que se somete desde 1998.Países que parecen contrarrestar la tendencia serían, en primera fila, Colombia, aunque está por verse el resultado de los comicios de Congreso, en marzo, y Costa Rica, donde, en las presidenciales del 7 de febrero, no es descartable la reelección de Óscar Arias, que aventaja en los sondeos al independiente Ottón Solís. Haití, que el 8 de enero debía remplazar al gobierno interino que sustituyó al exiliado presidente Aristide en febrero del 2004, vio sus comicios aplazados por cuarta vez. Quizá se realicen en febrero o marzo. Ciertamente, la llamada ‘izquierda’ latinoamericana dista de ser un fenómeno uniforme, con manifestaciones tan disímiles como la retórica antiimperialista de Hugo Chávez o el pragmático modelo de libre mercado y acuerdos con E.U. de los socialistas chilenos. Es, pues, dudoso hablar de un ‘proyecto’ alternativo, ampliamente compartido, desde Cuba hasta la Patagonia. Pero es indudable, a la vez, que todos estos gobiernos –los de Chávez y Evo; los de Kirchner y Tabaré; los de Lula y Lagos– y los que eventualmente se les sumen este año expresan, en mayor o menor grado, con más o menos radicalismo, un estado de ánimo de las Américas al sur del río Grande.En él se mezclan varios sentimientos. Hastío con los políticos tradicionales y sus partidos y desconfianza en estos. Rechazo a la extendida corrupción. Aumento del sentimiento antiestadounidense. Y, ante todo, una protesta profunda contra un cuarto de siglo de aplicación de las políticas del llamado Consenso de Washington, impulsadas por el FMI y el Banco Mundial, sin que ninguna de las dos grandes lacras de América Latina –la pobreza y la inequidad– hayan cedido. Los nuevos gobiernos son vistos por los pueblos como alternativas a esas políticas. En algunos casos, esto, aunado a la baja cultura política y a la pobre educación, puede llevar a mesías populistas o nacionalistas. Pero, también, genera la saludable sensación de que América Latina empieza a buscar alternativas. Estados Unidos, que desde el 11 de septiembre mira a otros lados del mundo, debería pellizcarse. Y también Colombia, que corre el riesgo de quedar aislada en una región que mira al norte con cabeza cada día más erguida.
Editorial del diario El Tiempo de Bogotá Colombia.
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