Bolivia comenzó, ayer, un nuevo capítulo en su historia; una historia que, esta vez, será escrita por aquellos sectores sociales que -desde el nacimiento de la República- han permanecido excluidos y marginados por el poder político y las élites dominantes. Evo Morales Aima, convertido ya en Presidente Constitucional de la República de Bolivia, ha protagonizado las jornadas más intensas e ignotas de la historia democrática y republicana del país; su investidura en la más alta magistratura de la Nación ha despertado un interés sin precedentes de la comunidad internacional; y su ascenso, que simboliza el ascenso de las masas más empobrecidas de la sociedad, ha sido recibido y celebrado con expresiones populares de proporciones pocas veces vistas antes. El humilde llanto de Evo Morales cuando recibía los símbolos de mando; el lúgubre e imponente sonido de un pututo que quebró el minuto de silencio con el que Morales iniciaba su primer discurso presidencial ante el Congreso Nacional, recordando a los íconos bolivianos de las luchas sociales y políticas; o el ondeo de la whipala junto a la tricolor boliviana; son apenas algunos de los símbolos de un proceso histórico y político que se resume en una sola palabra: cambio. En efecto, el flamante Presidente de la República es, desde el momento mismo en que tomó las riendas del Estado, el portador de la inapelable voluntad ciudadana de cambio que ha confluido democráticamente en las urnas otorgándole al Movimiento al Socialismo (MAS) un abrumador triunfo electoral. Como acertadamente lo ha descrito el nuevo Vicepresidente de la República y Presidente Nato del Congreso Nacional, Álvaro García Linera, las elecciones del 18 de diciembre y la transmisión del mando presidencial, constituyeron el fin de más de cinco años de una incesante "lucha por el poder" entre un esquema agotado que no terminaba de morir, y unas estructuras nuevas que no terminaban de nacer. La gente del campo y las ciudades ha depositado en el nuevo gobierno tal vez sus últimos hálitos de ilusión y esperanza, luego de más de un quinquenio de permanente crisis económica e inestabilidad social; pero sobre todo, después de una secular historia de discriminación que mantiene sumidos en la pobreza y la exclusión al grueso de la ciudadanía. No por otra razón, gran parte de la extensa intervención de Evo Morales, tras jurar como Primer Mandatario, se concentró en reivindicar las penurias, frustraciones y luchas de los pueblos indígenas y de los más desposeídos, y en subrayar que su Gobierno orientará todos sus esfuerzos y energías a reparar las causas sociales históricamente irresueltas. El Presidente ha asumido, en consecuencia, un doble desafío, pues además de encarnar esas justas demandas, deberá gobernar para todos y cada uno de los ciudadanos de la tan diversa y compleja composición social, cultural y geográfica de la República de Bolivia, evitando que las sombras del pasado detengan la construcción de un futuro promisorio para la Patria.
VENTANA
El flamante Presidente de la República es, desde el momento mismo en que tomó las riendas del Estado, el portador de la inapelable voluntad ciudadana de cambio que ha confluido democráticamente en las urnas otorgándole al Movimiento al Socialismo (MAS) un abrumador triunfo electoral.
VENTANA
El flamante Presidente de la República es, desde el momento mismo en que tomó las riendas del Estado, el portador de la inapelable voluntad ciudadana de cambio que ha confluido democráticamente en las urnas otorgándole al Movimiento al Socialismo (MAS) un abrumador triunfo electoral.
Editorial del diario Los Tiempos de Bolivia
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