INFLACION: EL DOLOR DE CABEZA DE LA ECONOMIA ARGENTINA

Cómo se combate la inflación en un país con superávit fiscal consistente y duradero?, ¿y sin un control directo de cambios?, ¿y con libertad de mercado?, ¿y con un Estado con pocos instrumentos de control y fiscalización?, ¿y con salarios acordados libremente entre las partes?, ¿y después de una devaluación demoledora? Recetas hay —al menos así dicen los especialistas—, pero en muchos casos son insostenibles, ya sea desde lo económico como desde lo político. Otras son, por decirlo de alguna manera, fruto de libros de texto escritos bajo la simplificación econométrica del "ceteris paribus" en un mercado perfecto: El manual para el país del Nunca Jamás. Y también existen las inconsistentes, en las cuales para bajar la fiebre se mata al paciente. Y siguen muchas más.Algunas cifras (ver infografía) son, sin embargo, elocuentes. Las diferencias entre algunos valores (IPM e IPC, por ejemplo) indican que las correcciones todavía deberían seguir. Y también que no sería justo, al menos para la economía en su conjunto, responsabilizar a los aumentos de salarios por la suba de precios.Tampoco hay que mostrar muchas luces para señalar que la escasa inflación de los tres primeros años posdevaluación —inédita para un proceso como el argentino donde la devaluación fue parte de un desmadre mucho mayor— eran, en el mejor de los casos una fruto de la crisis de la demanda local.Y no parece haber, a diferencia de algunos análisis simplistas, "la" causa que explique la inflación. Es posible que, como fenómeno socio—económico, sea multicausal. Y que cada sector en particular tenga los propios, además de los generales.Todo es posible porque los precios suben por el dólar alto y la tasa baja; los aumentos salariales, los impuestos y el precio de los commodities; los oligopolios, la emisión y el gasto público; el mayor consumo y los créditos personales. Mientras falte un diagnóstico, tampoco aparecerá el remedio.