martes, enero 17, 2006

NUEVA ORLEANS: DEL KATRINA AL CARNAVAL

Nueva Orleans vuelve a celebrar el Mardi Gras, su famoso carnaval, pese a la destrucción dejada por el huracán Katrina, la miseria, las amargas controversias y un nuevo debate sobre pobres y ricos, blancos y negros. "The Show must go on" (el espectáculo debe continuar) fue la decisión de las autoridades, incluso aunque sólo un cuarto de la población ha regresado a la metrópolis del jazz arrasada por el huracán en agosto de 2005. Aún hay miles de casas en ruinas, algunas partes de la ciudad huelen a podredumbre y moho y el abastecimiento de electricidad no está al cien por cien. Pero cancelar el Mardi Gras, y además en el 150 aniversario del carnaval, "hubiese sido una capitulación, una señal de que nos hemos dado por vencidos", afirmó el alcalde Ray Nagin. Y poco después, sonriente, cortó un pastel cubierto de azúcar con los colores del Mardi Gras –púrpura, verde y dorado–, una ceremonia que marca el inicio de la época de los disfraces, desfiles y fiestas, que se vuelven semana a semana más turbulentos. El punto culminante será el 28 de febrero, el Mardi Gras ("martes gordo" o también "grosero" en francés), el día antes del Miércoles de Ceniza, cuando todo llega a su fin. Nagin y otros esperan sin embargo que para Nueva Orleans sea un nuevo comienzo, apostando por el carnaval pese a las protestas de las víctimas del huracán. No sólo quieren demostrar que la ciudad no está muerta, sino también recaudar dinero gracias a los visitantes, que ayudan así a sacar del coma financiero a la metrópolis. Todos los años llegaban cientos de miles de turistas para carnaval, que dejaban en las arcas locales casi mil millones de dólares. No se sabe aún cuánta gente vendrá esta vez, pero será con seguridad mucha menos, en vista de que muchos no tienen deseos de festejar sobre las ruinas. Por eso, también la organización del Mardi Gras es más modesta. Sólo habrá ocho grandes desfiles, cifra que sólo aumentará si se encuentran patrocinadores que paguen por las horas extra de la policía y el personal de limpieza. No habrá problemas con el alojamiento, prometen las autoridades de turismo, porque hasta febrero habrá 25.000 plazas hoteleras, frente a las 35.000 que había antes del Katrina. Pero incluso un carnaval en pequeña escala causa indignación entre muchos habitantes, sobre todo los que viven aún fuera de sus hogares y no ven motivos para festejar. Por eso, reclaman a Nagin que se concentre más en la reconstrucción. Los críticos se han visto apoyados en su posición por rumores no confirmados según los cuales miles de víctimas que se encuentran alojadas en hoteles tendrán que dejar sus camas a los turistas que lleguen para el carnaval. También la organización de activistas negros NAACP en Louisiana cree que es una señal equivocada "celebrar cuando muchas personas ni siquiera pueden volver a sus casas". Lo que está en juego es más que la amargura en torno a prioridades equivocadas, pues la demora en la reconstrucción de la ciudad ha desatado un amplio debate acerca del racismo. De acuerdo con un plan presentado por una comisión hace poco, en los barrios con menor protección y por tanto más devastados por el huracán, no se construirán nuevas viviendas y puede que incluso sean abandonados. Se trata precisamente de las regiones más pobres en las que viven sobre todo los negros. Ellos temen ahora ser dejados de lado, de modo de que Nueva Orleans ya sólo pertenezca a los blancos. En una reunión ciudadana realizada la semana pasada quedó de manifiesto cuán sensible está el ambiente, al producirse graves incidentes. Pero Nagin y quienes lo apoyan creen que este tipo de controversias son un motivo más para no abandonar el Mardi Gras. El carnaval es necesario a nivel psicológico para los ciudadanos, argumentan, "como una especie de terapia de grupo".

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