Los invito a leer este reportaje que trae en su edición dminical el diario El Clarín de Buenos Aires:
Como una broma siniestra, clavados en el suelo envenenado de la región de Chernobyl y en medio de una vegetación que ahora crece salvaje y lo invade todo, pueden leerse todavía los carteles oxidados de la era soviética. "Los bosques son los pulmones del planeta". "Cuidemos los árboles del fuego". "Salud a los compañeros trabajadores de Chernobyl".Pero después del 26 de abril de 1986, el aire quedó contaminado, la naturaleza destruida y los trabajadores de Chernobyl murieron por tumores o malformaciones nunca vistas. Todos los seres vivos fueron afectados de una u otra manera. Pero no los carteles, que siguen ahí con su mensaje macabro o acaso como una advertencia.El mismo desasosiego se siente al llegar a la ciudad fantasma de Pripyat, construida para los trabajadores de Chernobyl, y que en los '70, con sus 47.000 habitantes, era —como los son hoy los polos de la industria informática— joven, vanguardista y arquitectónicamente moderna.


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