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Un científico loco inventa un cañón con el que dispara paletadas de ácido sulfúrico a la atmósfera. Su intención es crear algo parecido a un “invierno nuclear”; los rayos de sol no podrán atravesar con tanta facilidad la capa de aire que recubre el planeta, lo que provocará que bajen las temperaturas. Este plan diabólico tiene en realidad un buen propósito: reducir el calentamiento terrestre. Y su responsable no es un chiflado: se llama Paul Crutzen, es premio Nóbel, y entre otras cosas acuñó el término “invierno nuclear” y descubrió el agujero en la capa de ozono.
Crutzen, de 72 años, ha propuesto un experimento para luchar contra el calentamiento global: lanzar azufre a la atmósfera para que los rayos solares se reflejen en la estratosfera. La clave del asunto es el albedo, también conocido como efecto reflector, que tiene lugar en la atmósfera “porque el aire no es limpio, zumban en él partículas”, lo que hace que un porcentaje de la radiación que incide sobre esa superficie se pierda.
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