"Creemos firmemente que la reconciliación nacional es la única garantía para lograr la seguridad, la estabilidad y la prosperidad. La alternativa, Dios lo impida, es la muerte, la destrucción y la pérdida de Irak", dijo el primer ministro, cuyo tiempo en el cargo se ha caracterizado por el aumento de la violencia sectaria entre chiíes y suníes, que ha causado cientos de muertos y desplazados de sus casas a miles de personas, el incremento de los delitos comunes y el fracaso por reducir un desempleo masivo.
"El nuevo Ejército iraquí ha abierto sus puertas a los miembros del antiguo Ejército, a soldados y oficiales. El Gobierno de unidad está preparado para incorporar a aquellos que tengan el deseo de servir a la nación", dijo Maliki. Y añadió: el Gobierno "necesita de su energía, de su experiencia y de su coraje para completar la construcción de nuestras Fuerzas Armadas".
Algunos miembros del antiguo Partido Baaz (declarado ilegal por Estados Unidos en las primeras semanas de la ocupación), y que no están vinculados a la insurgencia, se encontraban entre los delegados de la conferencia para la reconciliación.
La oferta de Maliki, para que los antiguos militares se incorporen a las Fuerzas Armadas, tiene dos condiciones genéricas: que sean leales al país y que se comporten de forma profesional. También dijo el primer ministro que el ofrecimiento estará limitado por una cuestión práctica: el tamaño del Ejército, pero prometió una pensión a aquellos que no puedan incorporarse.
Dos ayudantes de Maliki, que hablaron con la condición de mantener el anonimato, precisaron que lo dicho por el primer ministro tenía más limitaciones de las enunciadas, aunque en teoría está abierto a todos los antiguos oficiales del Ejército de Sadam Husein sin importar el rango que tuvieron. Su admisión dependerá no sólo de su capacidad profesional y su estado emocional, también de su papel en el Baaz, dejando claro que aquellos que tuvieron uno relevante no podrán volver a vestir el uniforme.
No es la primera vez que un Ejecutivo iraquí anuncia propuestas de este tipo. En el pasado se había limitado toda reincorporación al empleo de comandante. Esta vez, en teoría, se amplía al de general. Ésta era una exigencia de los partidos políticos suníes, que sostienen que la disolución del Ejército de Sadam Husein (la mayoría de sus oficiales eran suníes) dejó a muchos de esos militares con la única opción de apoyar la insurgencia.
El portavoz del Frente para un Acuerdo Iraquí, la principal formación suní que no participa en la conferencia organizada por el Gobierno de Bagdad, Saleem Abdulá, dijo ayer que sólo "si el deseo de unidad es honesto podrá haber una auténtica reconciliación" y que no todo quede como hasta ahora.
Fue Paul Bremer, el virrey estadounidense en Irak, quien decidió disolver las Fuerzas Armadas de Sadam Husein, compuestas por unos 400.000 hombres, el 23 de mayo de 2003, apenas un mes y medio después de la caída del régimen anterior. Para el Grupo de Estudios de Irak -la comisión bipartidista del Congreso de Estados Unidos presidida por el antiguo secretario de Estado James Baker-, éste fue uno de los mayores errores cometidos.
Maliki fue más lejos al proponer además una revisión constitucional de la llamada cláusula para la desbaazificación del país. El primer ministro desea que se respeten los derechos de las personas expulsadas de sus trabajos debido a su pertenencia al partido dirigido por Husein. Esta expulsión masiva de funcionarios hundió la Administración, el segundo pilar de Irak.
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