La Alianza de Civilizaciones se alumbró como una frase, de significado impreciso y discutible, en un discurso de Zapatero hace poco más de un año ante la Asamblea General de la ONU. De ahí salió un grupo de trabajo que la desarrolló en análisis y conclusiones que ayer en Nueva York, casi a modo de despedida de su cargo, hizo suyas como Plan de Acción el secretario general saliente, Kofi Annan, y adoptó el entrante Ban Ki Moon. Era difícil prever que una idea improvisada como ésta llegaría a institucionalizarse. Ahora la Asamblea General debe dar su parecer y el nuevo secretario nombrar un representante especial para desarrollarla, que bien podría acabar siendo el propio Annan.
Aunque los problemas de este mundo no se van a resolver sólo con intercambios educativos, formación de periodistas en la diversidad cultural o utilizando ese crisol que trae consigo la inmigración, el mensaje político central viene al punto: es necesario un multilateralismo eficaz, en el que tanto insiste Annan, y desactivar el polvorín israelo-palestino (doble, pues ahora son los propios palestinos los que están enfrentados entre sí), pues de él se alimentan otros odios.
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