La nueva estrategia para Irak del Presidente George W. Bush no sólo es notable por todo lo que tiene sino también por todo lo que no tiene. El ''nuevo camino para avanzar'' de la Casa Blanca no le prestó atención a los consejos ofrecidos por el bipartidista Grupo de Estudio sobre Irak y diversos aliados de Estados Unidos, los cuales sostiene que el éxito en ese país depende no solamente de un cambio de rumbo sobre el terreno sino también de una estrategia para toda la región en pos de una renovación del proceso de paz entre israelíes y palestinos.
De resolverse el conflicto entre israelíes y palestinos, según han dicho expertos desde hace largo tiempo, se eliminaría una de las mayores quejas en el mundo árabe que atiza el extremismo en contra de Estados Unidos e Israel. En su visita por la región, la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, ha enfocado sus conversaciones en el reinicio del proceso de paz, aunque enfrentando un creciente problema de credibilidad. En general, prevalece una actitud de escepticismo en cuanto a que la administración de Bush vaya en serio en lo tocante a involucrarse en el problema israelo-palestino, dada la experiencia reciente.
Poco después de la invasión de Irak a principios del 2003, la Casa Blanca lanzó lo que llegó a conocerse como la Ruta de Paz, enfocada a crear un estado palestino, así como condiciones de seguridad como estabilidad para Israel con vistas al 2005.
En esa época, Washington dio la bienvenida al plan como una nueva forma de avanzar en la mortífera y añeja discrepancia. La Ruta de Paz se pronunciaba a favor de acciones simultáneas de ambas partes, no plazos, para fomentar la confianza y desarrollar dos Estados que vivieran en paz. Supuestamente se pondría en marcha bajo los auspicios del denominado cuarteto de grandes potencias: Estados Unidos, la Unión Europea, Naciones Unidas y Rusia. No obstante, la Ruta de Paz se transformó rápidamente en un espejismo diplomático, no sólo debido a la complejidad de temas que necesitaban ser negociados o incluso por la inflexibilidad de posiciones ideológicas en Israel.
El esfuerzo se vino abajo debido a la empañada reputación de Washington en el mundo árabe como un intermediario que favorece a Israel, falta de atención a los detalles de la administración y la ausencia de voluntad política de todas las partes para ponerle fin al conflicto.
La Casa Blanca bosquejó el plan por vez primera en el segundo trimestre del 2002 como una forma de detener definitivamente las olas de atentados suicidas por parte de los palestinos, así como para impedir la reinvasión de Cisjordania por parte de Israel. Sin embargo, el plan que Bush presentó en mayo del 2003 al entonces primer ministro israelí, Ariel Sharon, y al Presidente palestino, Mahmoud Abbas, permitió que cada una de las partes extrajera diferentes interpretaciones de lo que se esperaba de ella.
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