Líbano aguanta la respiración, pero en sus pulmones apenas queda aire. Las noches de la bulliciosa Beirut son ahora tristes y silenciosas. En el flamante corazón reconstruido de la capital, habitualmente repleto de clientes que llenan los restaurantes, apenas una decena de comensales se sentaban en los locales el sábado. A pocos metros, y desde hace dos meses, acampan los partidarios de Hezbolá, juramentados a no abandonar el lugar hasta que caiga el Gobierno del prooccidental Fuad Siniora.
Sus tiendas de campaña lindan con garitas y bloques de cemento coronados por alambre de espino. Detrás se erige la sede del Ejecutivo, donde pernoctan varios de sus miembros y el propio primer ministro. Están protegidos por cientos de policías y soldados y por vehículos blindados en cada esquina. Hay miedo. A pie de calle, es en lo único en que coinciden los libaneses: el espectro de otra guerra civil asoma con cada vez menos disimulo. "En cuanto pueda me largo de este país", comenta el jefe de la recepción de un hotel en el barrio de Hamra. Cientos de miles -drusos, suníes, cristianos o chiíes- ya han emigrado.
Los acontecimientos se suceden a ritmo vertiginoso, y ninguno de los contendientes cede un milímetro. Mientras el movimiento fundamentalista chií tensa la cuerda y exige entrar en el Gobierno con una minoría de ministros que le permita vetar las decisiones cruciales, Siniora y sus aliados rechazan toda concesión. Así llevan meses, incapaces de ponerse de acuerdo. Y cada semana que pasa, la situación se agrava. La última fue especialmente cruenta.
Por primera vez en los últimos años, civiles de cada secta religiosa invadieron carreteras dispuestos a imponer su fuerza. Los partidarios de Hezbolá montaron barricadas el pasado martes durante una jornada de huelga general que dejó tres muertos. En el otro bando, drusos armados cortaron la autopista de acceso a Beirut y exigieron documentos de identidad a quienes se dirigían desde el sur hacia la capital, y los cristianos de las Fuerzas Libanesas desmontaron barricadas colocadas por los chiítas. Fue un martes dramático. Dos días después, en la Universidad Árabe de Beirut, la trifulca degeneró en disturbios en los que perecieron cuatro jóvenes. Por primera vez desde la guerra civil que desangró el país árabe entre 1975 y 1990, el Ejército impuso el toque de queda.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario