Por Mikhail Gorbachov, para LA NACION de Buenos Aires, este es el artículo:
Cuando hablo hoy de la posibilidad de que estalle una segunda Guerra Fría, no hablo de una Guerra Fría como la que se desarrolló entre las décadas de 1950 y 1980. No hay probabilidades de que ese enfrentamiento se repita, pero las tensiones de hoy son típicas de esa época, en la que el mundo se encaminaba hacia un conflicto nuclear. Vemos la militarización de muchos países, con énfasis en la fuerza como principal instrumento de seguridad, presupuestos militares crecientes, una nueva carrera armamentista y el riesgo en aumento de que las armas nucleares se extiendan a un mayor número de países. El tráfico de armas está fuera de control. Es una política con consecuencias impredecibles.
El presidente ruso, Vladimir Putin, en un discurso pronunciado el mes pasado en Munich, dijo que muchas de las acciones de Estados Unidos -la nación que reclama el monopolio del liderazgo mundial- han estimulado esas peligrosas tendencias. Los críticos de Putin dicen que ese liderazgo es necesario en la actualidad, ya que la única manera de derrotar el terrorismo internacional es difundir la democracia en todo el mundo. Sin embargo, el uso de la fuerza para extender el modelo estadounidense de democracia ya ha causado guerras. Con demasiada frecuencia ese modelo se impone a culturas que se resisten a él por razones culturales, históricas y religiosas. La democracia no es como el café instantáneo, que puede enviarse en prolijos envases a cualquier rincón del mundo. Imponer la democracia en Irak con tanques y misiles ha sido un desastre. Siempre que se ha usado la fuerza, las tensiones latentes explotan en conflictos étnicos, religiosos y territoriales y causan miles de víctimas. Lejos de contribuir a derrotar el terrorismo, esas tácticas duras sólo lo provocan.
En otra regresión a la Guerra Fría, algunas coaliciones se disponen a actuar haciendo caso omiso de las instituciones internacionales. Por ejemplo, la OTAN parece abocada a cobrar un sesgo cada vez más militarista, lo que contradice su objetivo, proclamado en los 80, de evolucionar hasta convertirse en una organización política. Manteniendo una posición de vigilancia imperativa sobre el mundo, la OTAN procura suplantar al Consejo de Seguridad de la ONU. La OTAN anunció recientemente un plan para lanzar acciones unilaterales siempre que se avecine una crisis en cualquier parte. Mientras tanto, ciertos países buscan, o inventan, enemigos externos. El peligro del terrorismo se ha convertido en un pretexto para justificar la propaganda antimusulmana, para estigmatizar los "ejes del mal". Como ruso, me perturba que las recurrentes campañas antirrusas estén envenenando la atmósfera internacional. El secretario de Defensa estadounidense, Robert Gates, recientemente incluyó a Rusia en una lista de países impredecibles que podrían convertirse en enemigos de Washington. La inclusión de Rusia fue un lapsus freudiano, que revela un estado de ánimo que no ha cambiado a pesar del fin de la Guerra Fría. China fue mencionada en la misma oración. Es evidente que algunos políticos estadounidenses también toman en cuenta a China en términos de enfrentamiento más que de interacción constructiva.


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