lunes, marzo 26, 2007

La chispa y el polvorín

Lo último que le conviene a las relaciones de Occidente con Irán son incidentes diplomáticos; sobre todo si no se resuelven rápidamente y con la mejor buena voluntad de las partes. Por ello, el solo hecho de que Teherán retenga un día más a los 15 marinos británicos que detuvo el viernes pasado en aguas del Golfo, por haber, supuestamente, violado las aguas iraníes, es una chispa en un polvorín.
En 2004 se produjo un incidente similar y a los tres días Irán había liberado a los ocho marineros entonces apresados, bien es verdad que sólo después de que confesaran que se habían adentrado en aguas iraníes. Entonces se pudo mantener el incidente dentro de lo estrictamente diplomático, mientras que hoy el nerviosismo reina en los dos campos. El sábado, el Consejo de Seguridad aprobó un segundo paquete de sanciones económicas contra Irán, al tiempo que daba a Teherán 60 días para suspender el proceso de enriquecimiento de uranio, como condición para reanudar las negociaciones, y demostrar así que no intenta dotarse del arma atómica.
En caso contrario, e Irán ya ha negado que vaya a plegarse a la presión, las sanciones se endurecerán con un final siempre impredecible y la amenaza de que Estados Unidos opte un día por tomarse la justicia por su mano. En enero pasado, las fuerzas norteamericanas detuvieron en Irak a cinco presuntos diplomáticos iraníes acusándoles de espionaje, lo que justifica el temor de que Teherán pueda ceder a la tentación de la represalia o, peor aún, de considerar a los militares británicos -entre ellos, una mujer- como rehenes para verlas venir. Eso sería funesto.

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