La invasión americana (apoyada por los británicos) de Irak comenzó hace cuatro años sobre una sarta de mentiras que elaboró la Administración de Bush, con el apoyo explícito de Tony Blair. José María Aznar actuó de comparsa en este terrible montaje, que resultó muy útil para dividir a los europeos. Los tres están en la desgraciada foto de las Azores.
La excusa fue doble: las armas de destrucción masiva que EE UU aseguraba que tenía Sadam Husein y su vinculación con Al Qaeda y, por tanto, con los atentados del 11-S. No había ni lo uno ni lo otro, y a estas alturas está claro que no fue una guerra preventiva, sino unas mentiras preventivas para justificar una guerra que nunca debió ocurrir y que ha hecho de la región y del mundo un lugar más inseguro. Ayer Bush no resistió la tentación de volver a este vínculo, sólo que dándole la vuelta: una retirada precipitada de Irak alentaría a los terroristas. Así, la guerra de Bush se ha convertido en profética, pues ha alimentado al monstruo contra el que decía luchar.
El número de atentados yihadistas se ha multiplicado por siete tras la invasión con respecto a los ocurridos entre el 12 de septiembre de 2001 y el día de la invasión, según ha puesto de relieve un detallado estudio. Incluso sin contar lo que ocurre en Irak y Afganistán, estos ataques han aumentado un 35%. Tuvimos terribles experiencias de ello el 11-M en Madrid y el 7-J en Londres, además de Casablanca y otras ciudades. Irak se ha convertido así en vivero y faro de yihadistas.
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