Una pequeña multitud se reunió hoy en una emblemática iglesia católica de Río de Janeiro en un homenaje a 38 policías asesinados en lo que va de año en este turístico estado, en una ola de violencia que mantiene en vilo a la población. La honda de ataques contra policías civiles y militares se ha recrudecido desde el 8 de marzo hasta ayer lunes, período en el que han sido muertos trece efectivos dentro o fuera de sus jornadas de trabajo, la mayoría en la ciudad de Río y su gran área metropolitana. A la misa, organizada en la Iglesia de la Candelaria, en el centro de Río, asistieron el gobernador del estado, Sergio Cabral, los comandantes de los cuerpos policiales, familiares y amigos de las víctimas. Entre los asistentes, parientes de otras víctimas de la violencia protestaron enarbolando carteles con fotos de los difuntos y pancartas pidiendo paz.
Las autoridades niegan que haya una onda de ataque sistemáticos a los policías cariocas, pero el número de muertos desde el 1 de enero supera el promedio mensual de años anteriores, según asociaciones de policías. "No creo en una acción organizada. Creo en una acción de criminales que tenemos que enfrentar", dijo Cabral a periodistas después de la misa. Pero, "evidentemente, es una represalia al trabajo de la policía de combatir el crimen en Río", dijo. Varios de los agentes han sido ejecutados por bandas de narcotraficantes que se disputan el lucrativo negocio del tráfico de drogas y de armas en las favelas de la ciudad. Algunas de las muertes también son atribuidas a las "milicias" o "escuadrones de la muerte", los grupos clandestinos de policías y ex policías que venden protección en algunas barridas y mantienen una sorda guerra con narcotraficantes y con agentes honestos. De los 38 efectivos asesinados en lo que va de año, 32 pertenecían a la Policía Militar -encargada de labores de vigilancia y control- y seis a la Policía Civil, especializada en investigar los crímenes.
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