lunes, abril 23, 2007

FRANCIA: Un país maduro para el cambio

El triunfo del conservador Nicolas Sarkozy, algo más cómodo de lo previsto, demostró que la sociedad francesa está probablemente madura para entrar en un período de ruptura y de reformas, tanto económicas como sociales. Asimismo, la asombrosa asistencia a los comicios –84%, cercana al récord de 1965– no sólo constituye una lección de participación democrática, sino que revela la importancia que atribuyeron los electores a esta cita con las urnas. Sarkozy logró movilizar detrás de sus vigorosas propuestas a más de 11 millones de personas, que representan un cuarto de la población adulta del país. Ese caudal, poco habitual para un candidato de la derecha en la primera vuelta, muestra la enorme expectativa de cambio de la sociedad francesa, que no fue satisfecha durante los 12 años de gobierno de Jacques Chirac y tampoco, probablemente, en los últimos años de presidencia de François Mitterrand.
Francia, un país que Mitterrand definía como "profundamente conservador", miró siempre con desconfianza las experiencias de transformación intentadas por gobiernos de derecha en Europa, como Margaret Thatcher en Gran Bretaña y José María Aznar en España. La última "ruptura" que conoció el país se produjo hace 26 años con la llegada de Mitterrand al poder. Luego, ni siquiera los socialistas lograron imponer las reformas que se propusieron en materia económica, social, educación, justicia, régimen de jubilación, salud, desempleo y mercado del trabajo. Todos los esfuerzos para reformar esos sectores tropezaron con grandes movilizaciones o amenazas de carácter corporatista que obligaron a los respectivos gobiernos a abandonar sus proyectos y recurrir a soluciones de compromiso.
Con sus promesas de reducir la presión fiscal en forma progresiva durante 10 años, facilitar la creación de empresas, flexibilizar el mercado de trabajo, abandonar el sistema de 35 horas semanales de trabajo, reforzar la lucha contra la delincuencia, instaurar un servicio mínimo en los transportes públicos en caso de huelga, así como limitar la inmigración legal y combatir férreamente el ingreso ilegal de extranjeros, Sarkozy abordó una serie de problemas que -a juicio de una parte del electorado- estaban bloqueando el funcionamiento de la sociedad e impedían su despegue económico. Para ganar el 6 de mayo, sin embargo, Sarkozy necesita recibir el voto de los electores que ayer votaron a la extrema derecha (13% entre Le Pen y Philippe de Villiers), para quienes su plataforma puede resultar seductora. El 5% que le falta para ganar deberá recibirlo del electorado que apoyó al centrista François Bayrou (18%). Esos electores -de origen democristiano, europeísta y profundamente liberal en política- miran con desconfianza las propuestas demasiado agresivas de Sarkozy en materia de lucha contra la inseguridad y la inmigración, que tienen, a su juicio, un fuerte contenido racista y xenófobo.

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