Siete meses después de la asunción del conservador Felipe Calderón en México, un nuevo e inesperado actor saltó a escena para complicar su gestión: la guerrilla. El resurgimiento violento del Ejército Popular Revolucionario (EPR), que apareció por primera vez en el sur de México en 1996, se convierte en un nuevo frente para el gobierno, que había estado focalizado hasta ahora en combatir el narcotráfico. La fiscalía mexicana investiga todavía si efectivamente fue el EPR el que cometió los atentados registrados en cuatro gasoductos del centro de México, el jueves pasado y anteayer, como afirmó el grupo armado en un comunicado. Pero, por lo pronto, de algo está segura la Procuraduría General de la República: fue un plan deliberado de sabotaje.
La prensa mexicana difundió ayer fotografías en las que se ven las siglas del EPR pintadas en un muro cerca del punto donde fueron colocados los explosivos a 18 kilómetros de la ciudad de Querétaro. Especialistas en movimientos guerrilleros difieren sobre la eventual autoría del EPR, un grupo que hasta ahora se había limitado a operar en los estados pobres del sur de México, como Oaxaca y Guerrero, y a realizar acciones propagandísticas de impacto menor. "Con seguridad se trata del EPR original", afirmó el especialista Jorge Lofredo al diario Excélsior, mientras que el investigador José Luis Piñeiro consideró ayer en una entrevista de radio que "es muy apresurado de forma inmediata decir que fue el EPR".
Para Piñeiro, una acción de este tipo, para pasar inadvertida, requiere una base de apoyo social, de la cual el EPR carece en la zona del Bajío, católica e industrial, donde ocurrieron los ataques. "De entrada, está muy confuso", manifestó. Para Carlos Montemayor, autor de libros como Guerra en el Paraíso, acciones de este tipo no son más que una forma de presión política, "en un país donde todos presionan", desde las elites financieras hasta el ejército, pasando por gobiernos extranjeros como el de Estados Unidos.
Continue leyendo el artículo del diario La Nación de Buenos Aires
La prensa mexicana difundió ayer fotografías en las que se ven las siglas del EPR pintadas en un muro cerca del punto donde fueron colocados los explosivos a 18 kilómetros de la ciudad de Querétaro. Especialistas en movimientos guerrilleros difieren sobre la eventual autoría del EPR, un grupo que hasta ahora se había limitado a operar en los estados pobres del sur de México, como Oaxaca y Guerrero, y a realizar acciones propagandísticas de impacto menor. "Con seguridad se trata del EPR original", afirmó el especialista Jorge Lofredo al diario Excélsior, mientras que el investigador José Luis Piñeiro consideró ayer en una entrevista de radio que "es muy apresurado de forma inmediata decir que fue el EPR".
Para Piñeiro, una acción de este tipo, para pasar inadvertida, requiere una base de apoyo social, de la cual el EPR carece en la zona del Bajío, católica e industrial, donde ocurrieron los ataques. "De entrada, está muy confuso", manifestó. Para Carlos Montemayor, autor de libros como Guerra en el Paraíso, acciones de este tipo no son más que una forma de presión política, "en un país donde todos presionan", desde las elites financieras hasta el ejército, pasando por gobiernos extranjeros como el de Estados Unidos.
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