Es difícil que quien ha dirigido la economía británica durante 10 años tenga algo nuevo que proponer o decir cuando se convierte en primer ministro. Y, sin embargo, aunque le falten concreciones, Gordon Brown ha conseguido dar una imagen de renovación del Nuevo Laborismo de Blair en su primer discurso como jefe del Gobierno ante el Congreso laborista. Es lo que su joven ministro de Exteriores, David Miliband, llama la "segunda ola". Pero Brown sigue en la línea de insistir en mejorar los servicios públicos, especialmente sanidad, educación y vivienda.
Da un paso en la anterior igualdad de oportunidades para apostar por utilizar el talento de todos los individuos. Su insistencia en el concepto de lo británico y de sus valores, y su política de dureza contra el crimen y contra la inmigración ilegal responde tanto al intento de no ceder estas banderas a la oposición tory como a su propio convencimiento. Brown no ha desvelado si anticipará las elecciones para aprovechar su clara ventaja actual en los sondeos. Con él se ha recuperado el laborismo, lo que da a entender que era de Tony Blair de quien realmente estaban hartos los británicos. Lo único claro es que, pese a la campaña de los medios de comunicación de Rupert Murdoch, Brown no se pillará los dedos en un referéndum sobre el nuevo Tratado de Reforma que ha de sustituir a la fracasada Constitución europea. El Gobierno británico, con una visión muy nacionalista ("en todo momento defenderemos el interés nacional británico", dijo Brown), insiste en que se trata de una mera adaptación de los tratados existentes, mientras que el español considera que se mantiene lo esencial de la Constitución. La verdad estará en un término medio.
Pero fue a Miliband, uno de los más estrechos colaboradores de Blair, antes que a Brown a quien correspondió distanciarse de los errores del pasado en política exterior. Es decir: de Irak, asunto poco mentado en este Congreso, para "aprender las lecciones adecuadas" entre las que destaca que en el mundo "no basta con tener buenas intenciones". Esta "segunda ola" en la política exterior del laborismo de Brown está aún por definir, y no parece rupturista, pero parte de reconocer que, en el Reino Unido, "Europa y América son menos populares que hace 10 años". El hecho es que los laboristas británicos, con los socialistas españoles -mejor si trabajan juntos que por separado-, se pueden convertir en puntos de referencia para una izquierda en crisis en el resto de Europa.
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