La agresión de un joven español a una quinceañera ecuatoriana en un tren de Barcelona ha suscitado una ola internacional de indignación. En España lleva tres días entre las noticias principales, en la edición virtual de EL TIEMPO es una de las informaciones más comentadas y en YouTube registraba ayer más de 100 mil visitas. No es, ni mucho menos, el peor ataque sufrido por un inmigrante en España y en Europa, pues varios han padecido palizas atroces y algunos han sido asesinados. Pero de este episodio hay imágenes, y esas imágenes son más revulsivas que muchas estadísticas. Ellas demuestran que a Europa la amenaza un grave problema racial y debe obrar con decisión para evitar que se desborde. Tan escandaloso como la agresión triplemente cobarde -por ser menor, mujer e inmigrante- ha sido el hecho de que el autor quedara en libertad poco después, pese a tener antecedentes delictivos. Entre el 4 de octubre, cuando ocurrió el ataque, y el 22, cuando la prensa difundió las imágenes, el agresor anduvo tan campante. Confiamos en que la actuación de la embajada de Ecuador y varias organizaciones de derechos humanos lograrán que esta historia termine con una moraleja mucho más edificante que la que hasta ahora ha tenido.
Preocupa ver que el virus xenófobo se extiende sutilmente a niveles oficiales y políticos. En las recientes elecciones parlamentarias suizas avanzó seis curules el Partido del Pueblo, que considera a los extranjeros ovejas negras; el gobierno francés se propone exigir en ciertos casos pruebas de ADN a los inmigrantes, algo que critican incluso algunos de sus ministros; en Austria, las deportaciones de extranjeros provocan explosivos debates; en Alemania, la animadversión contra los turcos en ciertos sectores solo es comparable al aporte de estos trabajadores a la economía nacional; Gran Bretaña, Bélgica y Grecia figuran con los más altos niveles de intolerancia étnica en encuestas de organismos internacionales.


No hay comentarios.:
Publicar un comentario