Después de nueve años de gobierno, el mandatario venezolano, Hugo Chávez, enfrentará hoy el mayor desafío en las urnas de todo su mandato. Con un referéndum sobre reformas constitucionales buscará ampliar aún más sus poderes y habilitar la reelección presidencial ilimitada. Al mismo tiempo, se arriesga a la posibilidad de sufrir su primera derrota electoral desde que asumió, en 1999.
La comunidad internacional y los países a los que Chávez pretende exportar su revolución tienen puesta la mira en este desafío, en el que los venezolanos irán a las urnas para decidir si apoyan el controvertido plan de reforma con el cual el mandatario aspira a perpetuarse en el poder para terminar de encaminar a Venezuela por la vía del “socialismo del siglo XXI”.
Después de cuatro elecciones y dos referéndums en los que ganó por amplia mayoría, las encuestadoras que en el pasado pronosticaron las victorias de Chávez prevén, por primera vez, un empate técnico entre el gobierno y la oposición. La clave, dicen, estará en el nivel de movilización que logre cada uno entre sus votantes, en un país en el que el voto es voluntario y que tiene una larga historia de abstencionismo (alcanzó su récord en las elecciones locales de 2000, cuando faltó a votar el 76% de los empadronados).
A pesar de contar con una popularidad de más del 60%, Chávez no logró convencer a parte de sus seguidores de los beneficios de la concentración del poder y de un modelo socialista que no está demasiado claro. El modelo cubano, que Chávez elogia, así como la manera acelerada (e "ilegal", según la oposición) en que se procesó la reforma constitucional, alimentan esa desconfianza.
Mientras el gobierno afirma que la reforma servirá para darle "todo el poder al pueblo", como dice uno de los slogans de la campaña chavista, la oposición denuncia que abrirá las puertas para que el Estado pueda intervenir en todos los aspectos de la vida cotidiana de los venezolanos. Y miran con especial temor los artículos referidos a la educación, la propiedad privada y los atributos que tendrá Chávez para manejar a discreción la política monetaria y las reservas internacionales del país (ver aparte).
Si Chávez pierde, su revolución quedará herida de muerte, como él mismo admitió, ya que la reforma es el corazón de su proceso revolucionario. Su imagen de invencible se derrumbaría, y quedará trunca su aspiración a quedarse en el poder "hasta el año 2050". Si gana, las encuestas prevén que no será por mucho, por lo que la reforma no tendrá toda la legitimidad que él querría. "El resultado sería muy cerrado. Y ésa no es una muy buena base para una carta constitucional que regirá los destinos del país a largo plazo", señaló a LA NACION Federico Welsch, profesor de ciencias políticas de la Universidad Simón Bolívar.
Sea cual sea el resultado de hoy, el equilibrio de fuerzas políticas en Venezuela no será el mismo a partir de mañana. Todo el proceso anterior al referéndum provocó inéditas fisuras al interior del chavismo e impulsó la aparición de nuevos líderes políticos que renovaron a la debilitada oposición.
Continue leyendo el artículo del diario La Nación de Buenos Aires
La comunidad internacional y los países a los que Chávez pretende exportar su revolución tienen puesta la mira en este desafío, en el que los venezolanos irán a las urnas para decidir si apoyan el controvertido plan de reforma con el cual el mandatario aspira a perpetuarse en el poder para terminar de encaminar a Venezuela por la vía del “socialismo del siglo XXI”.
Después de cuatro elecciones y dos referéndums en los que ganó por amplia mayoría, las encuestadoras que en el pasado pronosticaron las victorias de Chávez prevén, por primera vez, un empate técnico entre el gobierno y la oposición. La clave, dicen, estará en el nivel de movilización que logre cada uno entre sus votantes, en un país en el que el voto es voluntario y que tiene una larga historia de abstencionismo (alcanzó su récord en las elecciones locales de 2000, cuando faltó a votar el 76% de los empadronados).
A pesar de contar con una popularidad de más del 60%, Chávez no logró convencer a parte de sus seguidores de los beneficios de la concentración del poder y de un modelo socialista que no está demasiado claro. El modelo cubano, que Chávez elogia, así como la manera acelerada (e "ilegal", según la oposición) en que se procesó la reforma constitucional, alimentan esa desconfianza.
Mientras el gobierno afirma que la reforma servirá para darle "todo el poder al pueblo", como dice uno de los slogans de la campaña chavista, la oposición denuncia que abrirá las puertas para que el Estado pueda intervenir en todos los aspectos de la vida cotidiana de los venezolanos. Y miran con especial temor los artículos referidos a la educación, la propiedad privada y los atributos que tendrá Chávez para manejar a discreción la política monetaria y las reservas internacionales del país (ver aparte).
Si Chávez pierde, su revolución quedará herida de muerte, como él mismo admitió, ya que la reforma es el corazón de su proceso revolucionario. Su imagen de invencible se derrumbaría, y quedará trunca su aspiración a quedarse en el poder "hasta el año 2050". Si gana, las encuestas prevén que no será por mucho, por lo que la reforma no tendrá toda la legitimidad que él querría. "El resultado sería muy cerrado. Y ésa no es una muy buena base para una carta constitucional que regirá los destinos del país a largo plazo", señaló a LA NACION Federico Welsch, profesor de ciencias políticas de la Universidad Simón Bolívar.
Sea cual sea el resultado de hoy, el equilibrio de fuerzas políticas en Venezuela no será el mismo a partir de mañana. Todo el proceso anterior al referéndum provocó inéditas fisuras al interior del chavismo e impulsó la aparición de nuevos líderes políticos que renovaron a la debilitada oposición.
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