Como cada día, sus dos hijos se encuentran en el Hospital Tel Hashomer, cerca de Tel Aviv. Al margen del guardaespaldas en la puerta de la habitación número 10 del Departamento de Rehabilitación Respiratoria, Guilad y Omri son los encargados de filtrar la entrada de los amigos más cercanos de su padre, Ariel Sharon. Casi nadie puede entrar. "Hoy es un día más. La fecha importante será cuando se despierte. Confío en ello", dice Omri quitando importancia al segundo aniversario de su caída. Su confianza la comparten muy pocos. El resto analiza su legado y prevé la ceremonia fúnebre.
Sharon lleva dos años durmiendo, moviéndose entre la vida y la muerte. En un profundo estado de coma. «Está pero no está», dicen el Hospital que, pese a todo, continúa un intenso programa de rehabilitación. Miércoles 4 de enero 2006. Una hemorragia masiva cerebral sorprendía su orondo cuerpo y conmocionaba a miles de israelíes que ya se habían acostumbrado a querer al líder que durante décadas fue el general, ministro y líder más polémico. "A media tarde de ese día, Sharon me llamó por teléfono antes de llegar a su Granja en el sur. Me preguntó sobre un tipo de ensalada que había tomado esa mañana. Bromeó conmigo y se despidió. Al día siguiente, debía someterse a una pequeña operación de corazón y, por eso, tenía la voz nerviosa. Por la noche me llamaron diciéndome que Arik es llevado de urgencia al Hospital Hadassa de Jerusalén", recuerda Mirit Danon, la secretaria de la oficina del primer ministro en la última década.
Danon -que trabajó con Isaac Rabin, Simon Peres, Beniamin Netanyahu y Ehud Barak- tuvo un dilema en el 2001 cuando Sharon fue elegido primer ministro. "Reconozco que despreciaba a ese hombre. Por eso cuando ganó los comicios, avisé que me jubilaba. No quería trabajar con él. Pero me pidió una oportunidad y me conquistó. Con el tiempo, descubrí un hombre totalmente diferente a su imagen pública que tanto odiaba", confiesa. La actividad en el prestigioso departamento de Rehabilitación es constante. En contraste con la calma con la que duerme su paciente más famoso. Los especialistas no se han rendido. Las enfermeras le cuidan como un paciente más. Quizas con mayor discreción y bajo más medidas de seguridad.
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