La influencia de China se extiende como una mancha de aceite por el sudeste asiático. Apoyada en el comercio y en una diplomacia que ha cambiado el palo por la zanahoria, Pekín se gana la confianza de los vecinos con el trazado definitivo de sus fronteras terrestres y con acuerdos de cooperación económica. Además, impulsó toda una red de infraestructura que facilita las relaciones económicas de la región y las conexiones entre los distintos países.
Hambrienta de recursos naturales y de expandir sus mercados, China cultiva con esmero la región, con el principio de "influir pero no intervenir". Vietnam, Laos, Camboya, Tailandia y Myanmar son la prioridad del polo de desarrollo que tiene como cabeza a Kunming, capital de la provincia de Yunnan, que, con sus 42 millones de habitantes, es una de las zonas más pobres del país.
En abril pasado, los primeros ministros de esos cinco países y su homólogo chino, Wen Jiabao, inauguraron el llamado "corredor económico Norte-Sur", la ruta de 1800 kilómetros que une Kunming con Bangkok, a través de Laos y por la antigua ruta del contrabando de opio. Cuatro meses antes se abrió un puente transfronterizo entre Lao Cai (Vietnam) y Hekou (China). El puente sobre el río Rojo formará parte de la autopista que se construye entre Kunming y Hanoi para impulsar el desarrollo de Yunnan y del norte de Vietnam. Todo un símbolo de la nueva diplomacia china.
Pese al histórico recelo vietnamita a su gran vecino del Norte, Hanoi adoptó algunos motores del modelo económico chino, como las "zonas económicas especiales", que combinan subsidios a la exportación, exenciones fiscales e inversiones en infraestructura para crear polos de desarrollo. Hanoi y Pekín, que siguen gobernados por partidos comunistas, dirimieron en 1979 sus diferencias con un corto enfrentamiento armado que costó miles de vidas.
China, que para los Juegos Olímpicos aceleró su plan de infraestructura hasta construir tantas autopistas que si se las une pueden dar cuatro vueltas al planeta, promueve también un programa asiático de autovías, en el que 27 países se comprometieron a construir 120.000 kilómetros de carreteras.
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Hambrienta de recursos naturales y de expandir sus mercados, China cultiva con esmero la región, con el principio de "influir pero no intervenir". Vietnam, Laos, Camboya, Tailandia y Myanmar son la prioridad del polo de desarrollo que tiene como cabeza a Kunming, capital de la provincia de Yunnan, que, con sus 42 millones de habitantes, es una de las zonas más pobres del país.
En abril pasado, los primeros ministros de esos cinco países y su homólogo chino, Wen Jiabao, inauguraron el llamado "corredor económico Norte-Sur", la ruta de 1800 kilómetros que une Kunming con Bangkok, a través de Laos y por la antigua ruta del contrabando de opio. Cuatro meses antes se abrió un puente transfronterizo entre Lao Cai (Vietnam) y Hekou (China). El puente sobre el río Rojo formará parte de la autopista que se construye entre Kunming y Hanoi para impulsar el desarrollo de Yunnan y del norte de Vietnam. Todo un símbolo de la nueva diplomacia china.
Pese al histórico recelo vietnamita a su gran vecino del Norte, Hanoi adoptó algunos motores del modelo económico chino, como las "zonas económicas especiales", que combinan subsidios a la exportación, exenciones fiscales e inversiones en infraestructura para crear polos de desarrollo. Hanoi y Pekín, que siguen gobernados por partidos comunistas, dirimieron en 1979 sus diferencias con un corto enfrentamiento armado que costó miles de vidas.
China, que para los Juegos Olímpicos aceleró su plan de infraestructura hasta construir tantas autopistas que si se las une pueden dar cuatro vueltas al planeta, promueve también un programa asiático de autovías, en el que 27 países se comprometieron a construir 120.000 kilómetros de carreteras.
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