miércoles, octubre 01, 2008

A la espera de una mano firme que ponga límites

En 1933, Franklin Roosevelt heredó una crisis económica. Entendió que su primera tarea era restaurar la confianza, hacerle sentir a la gente que había alguien a cargo, que se haría algo al respecto. Esta generación de líderes políticos se enfrenta a una situación similar y, hasta el momento, ha fracasado rotunda y catastróficamente en la tarea de transmitir alguna sensación de autoridad. En cambio, con el rechazo del paquete de rescate el lunes pasado, ha empeorado considerablemente el clima psicológico reinante.

Bush ha perdido autoridad, tras haber dilapidado su influencia tanto entre los republicanos como los demócratas. El secretario del Tesoro, Henry Paulson, es un astuto financista, pero un legislador inepto. Le dijeron una y otra vez que los republicanos de la Cámara de Representantes no respaldarían su ley, y su respuesta fue arrodillarse ante Nancy Pelosi.

Los dirigentes de ambos partidos se aislaron en sus propias negociaciones, pero ¿a alguno se le ocurrió que sería difícil aprobar una ley que puede describirse con justicia como un rescate de Wall Street? ¿El demócrata Barney Frank estaba demasiado atareado para advertir a los 95 legisladores de su partido que se opusieron a su ley?

El encendido discurso de Nancy Pelosi en el momento crucial no fue realmente lo que mató esta ley, ¿pero era necesario que actuara como una demócrata recaudadora de fondos en el momento más importante de su carrera? Y hablemos, sobre todo, de los 228 que votaron en contra: los autores de esta rebelión de nihilistas. Ellos le demostraron al mundo lo mucho que detestan a sus propios líderes y a la pericia conjunta del Tesoro y la Reserva Federal. Tuvieron la actitud más popular del momento, y si el país cae en una profunda depresión, tendrán el tiempo y el ocio necesarios para ver cómo la opinión pública se vuelve contra ellos.

Los republicanos de la Cámara de Representantes marcharon a la cabeza y se les adjudicará casi toda la culpa. Ha sido interesante observar su implacable decisión de destruir el Partido Republicano. No hace mucho lanzaron una cruzada contra la inmigración que hizo que el partido perdiera todo el respaldo de los hispanos. También en esa oportunidad atendieron a las voces más furibundas y aullantes del partido, ajenos a las complicadas ansiedades que se ocultan en la cabeza de casi todos los estadounidenses.

Ahora han vuelto a confundir, una vez más, la realidad con los comentarios radiales. Los golpes inmediatos recaerán sobre McCain; los problemas a largo plazo se harán sentir sobre la existencia del Partido Republicano tal como lo conocemos. Admirablemente, la mayoría de los republicanos de la Cámara de Representantes cree en los principios del libre mercado. No parecen haber advertido la manera en que los flujos de capital global han transformado nuestra economía política. Vivimos en una época en la que un vasto exceso de capital circula por todo el mundo y provoca ciclos de burbujas y estallido.

Cuando el capital fluye en un sector, desaparece la prudencia, y los hábitos de disciplina y de abnegación. Después, los administradores de ese dinero entran en pánico, el dinero sigue su camino y castiga tanto a justos como a injustos.

Siga leyendo el artículo del diario La Nación de Buenos Aires

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

 
Libardo Buitrago / Blog © 2013 | Designed by RA