Una nueva ola de proteccionismo cobra forma en todo el mundo y podría provocar más daño a las economías más golpeadas por la crisis. Varios sectores empiezan a hacer cola en Pekín, Bruselas y Washington en busca de protección contra las importaciones. Eso también ha ocurrido en otros períodos de desaceleración, pero esta vez las restricciones pueden ser más perjudiciales debido a la naturaleza global de la crisis económica.
En los años 80, Japón podía darse el lujo de no desquitarse contra las cuotas que Estados Unidos impuso sobre su acero y autos porque su economía iba viento en popa. La crisis actual no tiene claros vencedores, lo que hace mucho más difícil que un gobierno ponga la otra mejilla.
La predilección actual por lanzar grandes paquetes de estímulo fiscal también puede ir asociada al proteccionismo, a medida que cada país busca asegurar el beneficio de sus industrias. Los demócratas en el Congreso de EE.UU. y sus aliados tratan de imponer cláusulas que sólo permitirían la inversión en firmas estadounidenses. Esta postura ya empieza a generar reclamos de parte de las autoridades europeas. "El libre comercio no existe", dice Daniel DiMicco, presidente ejecutivo de la siderúrgica Nucor Corp. y un defensor de las medidas que favorecen a las empresas estadounidenses. "Todo comercio es manejado".
La protección comercial puede agudizar los problemas económicos y ahogar un potencial motor de crecimiento en momentos en que el consumo y la inversión están en franco declive a nivel global. El Banco Mundial prevé que el comercio global se contraerá 2,1% este año, el primer declive desde 1982.
Aunque los acuerdos de libre comercio han reducido ampliamente los aranceles, no han hecho mucho para combatir el proteccionismo. Bajo las reglas de la Organización Mundial de Comercio, los países establecen niveles arancelarios formales, que suelen ser bastante altos, y luego aplican aranceles más bajos. Esa estrategia les da margen de maniobra para elevar los aranceles sin violar las reglas de la OMC.
Siga leyendo el artículo del diario The Wall Street Journal, que trae el segmento en el diario La Nación de Buenos Aires
En los años 80, Japón podía darse el lujo de no desquitarse contra las cuotas que Estados Unidos impuso sobre su acero y autos porque su economía iba viento en popa. La crisis actual no tiene claros vencedores, lo que hace mucho más difícil que un gobierno ponga la otra mejilla.
La predilección actual por lanzar grandes paquetes de estímulo fiscal también puede ir asociada al proteccionismo, a medida que cada país busca asegurar el beneficio de sus industrias. Los demócratas en el Congreso de EE.UU. y sus aliados tratan de imponer cláusulas que sólo permitirían la inversión en firmas estadounidenses. Esta postura ya empieza a generar reclamos de parte de las autoridades europeas. "El libre comercio no existe", dice Daniel DiMicco, presidente ejecutivo de la siderúrgica Nucor Corp. y un defensor de las medidas que favorecen a las empresas estadounidenses. "Todo comercio es manejado".
La protección comercial puede agudizar los problemas económicos y ahogar un potencial motor de crecimiento en momentos en que el consumo y la inversión están en franco declive a nivel global. El Banco Mundial prevé que el comercio global se contraerá 2,1% este año, el primer declive desde 1982.
Aunque los acuerdos de libre comercio han reducido ampliamente los aranceles, no han hecho mucho para combatir el proteccionismo. Bajo las reglas de la Organización Mundial de Comercio, los países establecen niveles arancelarios formales, que suelen ser bastante altos, y luego aplican aranceles más bajos. Esa estrategia les da margen de maniobra para elevar los aranceles sin violar las reglas de la OMC.
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