La crisis política amenaza con engullirnos a todos al desaprovechar las oportunidades y entregarnos, incondicionalmente, a las consecuencias de una desastrosa administración y a las secuelas, internas e internacionales, de los recientes acontecimientos. El desafío es descomunal, pero desconocerlo y limitarse sólo a aguantar proyecta una actitud casi suicida a pagar por años.
Los últimos datos conocidos proyectan índices de crecimiento negativos. Del alentador 2 por ciento calculado en el régimen hemos pasado, con el golpe de la crisis global y el descalabro interno, a una consideración realista de decrecimiento por el descenso en las remesas, contracción de las inversiones y disminución de la actividad económica.
No es consuelo, pero si las grandes potencias han sentido el remezón, del cual algunas hasta ahora se van reponiendo, no digamos lo que nos ocurre a nosotros que llegamos, incluso cuando se veía venir la tormenta y cuando nos golpeaba, a seguir indefensos sin un plan integral y visionario. El gobierno de Zelaya ideó unos programas de ayuda y subsidio con más dimensión política que productiva y social.
Las consideraciones de la macroeconomía y la atención por la salud de las finanzas preocupan a funcionarios y técnicos, sin embargo, hay elementos que marcan y condicionan el día a día de gran parte de la población: empleo, precios de la canasta básica, acceso y mejoramiento de la educación, salud y seguridad.
Un reciente estudio elaborado por el Instituto Nacional de Estadística, INE, sobre el desempleo ofrece porcentajes porque, como señala el adagio, el papel aguanta con todo. Señalar que el desempleo en nuestro país representa sólo el 3.1 por ciento de la Población Económica Activa, PEA, es ir contra todo lo que se ve y devolvernos al mito de la caverna de Platón, con personas felices viendo sombras.
Siga leyendo el editorial del diario La Prensa de San Pedro Sula, Honduras
Los últimos datos conocidos proyectan índices de crecimiento negativos. Del alentador 2 por ciento calculado en el régimen hemos pasado, con el golpe de la crisis global y el descalabro interno, a una consideración realista de decrecimiento por el descenso en las remesas, contracción de las inversiones y disminución de la actividad económica.
No es consuelo, pero si las grandes potencias han sentido el remezón, del cual algunas hasta ahora se van reponiendo, no digamos lo que nos ocurre a nosotros que llegamos, incluso cuando se veía venir la tormenta y cuando nos golpeaba, a seguir indefensos sin un plan integral y visionario. El gobierno de Zelaya ideó unos programas de ayuda y subsidio con más dimensión política que productiva y social.
Las consideraciones de la macroeconomía y la atención por la salud de las finanzas preocupan a funcionarios y técnicos, sin embargo, hay elementos que marcan y condicionan el día a día de gran parte de la población: empleo, precios de la canasta básica, acceso y mejoramiento de la educación, salud y seguridad.
Un reciente estudio elaborado por el Instituto Nacional de Estadística, INE, sobre el desempleo ofrece porcentajes porque, como señala el adagio, el papel aguanta con todo. Señalar que el desempleo en nuestro país representa sólo el 3.1 por ciento de la Población Económica Activa, PEA, es ir contra todo lo que se ve y devolvernos al mito de la caverna de Platón, con personas felices viendo sombras.
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