Apenas le ha dado tiempo a poner en marcha su ambiciosa agenda legislativa en los ocho meses y medio que lleva en la Casa Blanca, pero el comité de los Nobel considera que sus "extraordinarios esfuerzos para fortalecer la diplomacia internacional y la cooperación entre los pueblos" merecen un galardón. Contra todo pronóstico, Barack Obama ha ganado el Nobel de la Paz 2009.

Las apuestas daban como favoritos, entre otros, a la senadora colombiana Piedad Córdoba, mediadora con las FARC, o al primer ministro zimbabuense, Morgan Tsvangirai, quien consiguió arrancar al dictador Robert Mugabe un Gobierno de unidad tras meses de negociaciones. Pero el comité ha dejado a todos boquiabiertos con su decisión, que a diferencia de otros años no parece basarse en hechos sino en palabras y buenas intenciones.
"Como presidente, Obama ha creado un nuevo clima en la política internacional. La diplomacia multilateral ha recuperado un puesto prioritario, con énfasis en el papel que pueden desempeñar la ONU y otras instituciones internacionales", explican los organizadores.
El primer inquilino negro del Despacho Oval ha dado paso a una nueva etapa en la que parece posible "un mundo libre de armas nucleares" liderado por una gran potencia que, por otro lado, "ahora juega un papel más constructivo para enfrentarse a los enormes desafíos del clima", según argumentan sin mencionar expresamente a su predecesor, George W. Bush.
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Un premio al abanderado del cambio
Famoso por su temple calmado y talante conciliador, del que ha hecho gala una y otra vez, Obama, de 48 años, encarna como nadie el sueño de reconciliación en un país con profundas heridas raciales y de cambio en las relaciones internacionales.
Y pese a su pasado, el cual él mismo describe como "poco convencional", el mandatario de Estados Unidos consiguió hoy abrir una nueva página en la historia al recibir el premio Nobel de la Paz.
Hijo de un keniano residente de una pequeña aldea y nacido en Hawai, Barack Obama, sin duda, consiguió romper todos los moldes. El mandatario demócrata, primer negro en llegar a la Casa Blanca, logró germinar desde las bases e irrumpir con un mensaje de cambio en la carrera hacia la Casa Blanca.
Obama, padre de dos hijas y casado con Michelle Robinson, pasó parte de su infancia en Indonesia, pero luego se trasladó a Nueva York, donde se graduó de la Universidad de Columbia en 1983.
Sin embargo, pese a su título obtenido, el demócrata decidió aplazar sus estudios de derecho y se mudó a Chicago en 1985, donde trabajó en los primeros tiempos para mejorar las condiciones de vida en los barrios afectados por la delincuencia y el alto nivel de desempleo.
Esta fue la oscura cuna que, hace poco más de 20 años, un idealista, pero pragmático Barack Obama eligió para comenzar su fulgurante carrera. El hoy senador demócrata por Illinois empezó como un outsider, pero, poco a poco, se insertó en los centros intelectuales, económicos y políticos de la ciudad. Lo hizo con habilidad, inteligencia y carisma. Pero también con ambición y una ambigua versatilidad que hoy lleva a sus críticos a cuestionar su imagen de reformista antiestablishment.
En 1985, Jerry Kellman, organizador comunitario desde hace décadas, fue el hombre que convenció a Obama de que abandonara Nueva York y viajara a Chicago para trabajar en los barrios más pobres de la ciudad como asistente social. Recién graduado de la Universidad de Columbia, Obama, un joven "muy inteligente y seguro", aceptó el sueldo de 10.000 dólares al año para "ayudar a la gente a reclamar por lo que era suyo".
El joven graduado se instaló en el South Side, lejos de la elegancia del centro de Chicago y cerca del deterioro de los suburbios más pobres y olvidados de la ciudad. Allí aprendió a "escuchar y a movilizar" a la gente. También se aproximó a la política barrial de los dirigentes negros.
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Las apuestas daban como favoritos, entre otros, a la senadora colombiana Piedad Córdoba, mediadora con las FARC, o al primer ministro zimbabuense, Morgan Tsvangirai, quien consiguió arrancar al dictador Robert Mugabe un Gobierno de unidad tras meses de negociaciones. Pero el comité ha dejado a todos boquiabiertos con su decisión, que a diferencia de otros años no parece basarse en hechos sino en palabras y buenas intenciones.
"Como presidente, Obama ha creado un nuevo clima en la política internacional. La diplomacia multilateral ha recuperado un puesto prioritario, con énfasis en el papel que pueden desempeñar la ONU y otras instituciones internacionales", explican los organizadores.
El primer inquilino negro del Despacho Oval ha dado paso a una nueva etapa en la que parece posible "un mundo libre de armas nucleares" liderado por una gran potencia que, por otro lado, "ahora juega un papel más constructivo para enfrentarse a los enormes desafíos del clima", según argumentan sin mencionar expresamente a su predecesor, George W. Bush.
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Un premio al abanderado del cambio
Famoso por su temple calmado y talante conciliador, del que ha hecho gala una y otra vez, Obama, de 48 años, encarna como nadie el sueño de reconciliación en un país con profundas heridas raciales y de cambio en las relaciones internacionales.
Y pese a su pasado, el cual él mismo describe como "poco convencional", el mandatario de Estados Unidos consiguió hoy abrir una nueva página en la historia al recibir el premio Nobel de la Paz.
Hijo de un keniano residente de una pequeña aldea y nacido en Hawai, Barack Obama, sin duda, consiguió romper todos los moldes. El mandatario demócrata, primer negro en llegar a la Casa Blanca, logró germinar desde las bases e irrumpir con un mensaje de cambio en la carrera hacia la Casa Blanca.
Obama, padre de dos hijas y casado con Michelle Robinson, pasó parte de su infancia en Indonesia, pero luego se trasladó a Nueva York, donde se graduó de la Universidad de Columbia en 1983.
Sin embargo, pese a su título obtenido, el demócrata decidió aplazar sus estudios de derecho y se mudó a Chicago en 1985, donde trabajó en los primeros tiempos para mejorar las condiciones de vida en los barrios afectados por la delincuencia y el alto nivel de desempleo.
Esta fue la oscura cuna que, hace poco más de 20 años, un idealista, pero pragmático Barack Obama eligió para comenzar su fulgurante carrera. El hoy senador demócrata por Illinois empezó como un outsider, pero, poco a poco, se insertó en los centros intelectuales, económicos y políticos de la ciudad. Lo hizo con habilidad, inteligencia y carisma. Pero también con ambición y una ambigua versatilidad que hoy lleva a sus críticos a cuestionar su imagen de reformista antiestablishment.
En 1985, Jerry Kellman, organizador comunitario desde hace décadas, fue el hombre que convenció a Obama de que abandonara Nueva York y viajara a Chicago para trabajar en los barrios más pobres de la ciudad como asistente social. Recién graduado de la Universidad de Columbia, Obama, un joven "muy inteligente y seguro", aceptó el sueldo de 10.000 dólares al año para "ayudar a la gente a reclamar por lo que era suyo".
El joven graduado se instaló en el South Side, lejos de la elegancia del centro de Chicago y cerca del deterioro de los suburbios más pobres y olvidados de la ciudad. Allí aprendió a "escuchar y a movilizar" a la gente. También se aproximó a la política barrial de los dirigentes negros.
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