
La dramática situación que ha vivido la ciudad brasileña de Río de Janeiro este fin de semana ha puesto de manifiesto que las facciones criminales, cuando se lo proponen, siguen teniendo la capacidad de sembrar el pánico en la ciudad más turística del país. El más reciente capítulo del enconado conflicto armado entre narcotraficantes y agentes policiales se extendió por varios puntos de la zona norte de la ciudad y se saldó con 14 muertos, ocho heridos, ocho autobuses incendiados y un helicóptero de la Policía Militar derribado a tiros desde una favela.
Ante la gravedad del conflicto, el Gobierno de Río reforzó la seguridad en las calles con 2.000 policías adicionales, activó la alerta máxima en los cuarteles y suspendió los días de descanso de todos los agentes.
Se sabe que las organizaciones criminales cariocas no tienen disciplina interna ni una organización creíble frente a una de las policías mejor entrenadas del planeta en el pantanoso terreno de la guerrilla urbana.
Sin embargo, grupos delincuentes como Comando Vermelho o ADA (Amigos Dos Amigos) continúan fuertemente armados, algo que les otorga un poder de fuego que preocupa sobremanera a las autoridades cariocas, principalmente de cara a los Juegos Olímpicos de 2016.
La circulación irregular de armas, íntimamente ligada al tráfico de drogas, es una de las facturas pendientes en una ciudad donde los narcos se jactan de tener acceso a armamento antiaéreo.
La ONG Viva Río presentó el pasado jueves en Brasilia un preocupante informe en el que se pone de manifiesto que el control de las armas de fuego que circulan en Brasil es aún muy precario.
Crimen armado
"En general, el país va muy mal", confirma Antônio Rangel, uno de los coordinadores de la investigación. "En el fondo, sigue existiendo una simpatía de los sectores atrasados de la sociedad brasileña hacia las armas. Una simpatía que no cuestionamos, porque están en su derecho de que les gusten las armas. Sin embargo, como ciudadanos no tienen el derecho de ignorar que el crimen en Brasil es un crimen armado, letal. Ésta es la diferencia entre la violencia brasileña y la de cualquier otra sociedad", resume el sociólogo, especialista en violencia y armamento.
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