martes, marzo 23, 2010

Sarkozy ante sí mismo

La segunda vuelta de las elecciones regionales francesas ha corroborado la tendencia que apuntaba en la primera: la izquierda logra una rotunda victoria sobre el centro-derecha del presidente Sarkozy. Con el trasfondo de una abstención del 48%, y de un preocupante avance de la ultraderecha de Le Pen, el Partido Socialista, Europa Ecológica y el Frente de Izquierda han sumado un 54% de los votos frente al 36% de la UMP. Así, 23 de las 26 regiones quedan en manos de la izquierda, lo que supone una inmejorable plataforma para que los socialistas recompongan sus filas.

El entorno del Elíseo ha reconocido su decepción, aunque ha realizado una lectura mecánica y superficial de los resultados. En contra de lo que han sugerido los líderes de la UMP, la severidad del castigo no se explica sólo por la crisis económica y la desafección hacia el presidente y su Ejecutivo que suele producirse a mitad de mandato. A esos factores hay que sumar el que seguramente ha constituido la influencia más determinante: el rechazo de una forma de gobernar que, al mismo tiempo que mantiene al presidente en un constante primer plano y siempre en pugna consigo mismo, pone mayor énfasis en los golpes de efecto en torno a las reformas que en las reformas mismas.

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