Máxima incertidumbre tras las elecciones generales en Reino Unido. Según se conocen los resultados y los líderes de los principales partidos empiezan a hacer declaraciones, se disparan las cábalas.
No en vano, por primera vez en 36 años, ni conservadores ni laboristas tendrán la mayoría absoluta en el Parlamento de Westminster. Una circunstancia que el sistema uninominal hacía muy improbable y que sólo se había dado en dos ocasiones desde 1918.
Pese a perder las elecciones, el primer ministro Gordon Brown, cuyo partido ha cosechado los peores resultados desde 1983, ha asegurado en un comunicado que como primer ministro su deber es propiciar un "Gobierno fuerte, estable y con principios".
El laborista le ha pedido a Gus O'Donnell, el jefe del funcionariado, que asesore a los partidos para facilitar todo el proceso y apoyar a las partes que puedan estar implicadas en las conversaciones sobre una futura coalición.
Clegg se posiciona
Por su parte, el candidato liberal demócrata, Nick Clegg, ha roto su neutralidad y ha dicho que escuchará primero a David Cameron: el hombre que según él debe formar Gobierno.
"Los partidos tienen que actuar en el interés nacional", ha dicho, "y el primer derecho a buscar gobierno lo tiene el partido con más escaños y más votos. Parece esta mañana que son los conservadores. Y por eso les toca a los conservadores buscar que es capaz de gobernar en el interés nacional".
Sus palabras son un mazazo para Gordon Brown, que unos minutos antes había anunciado que se proponía buscar apoyos y que estaba loco por enrocarse en el poder a base de pactar con los liberal-demócratas.
Según la tradición que rige en el Reino Unido, le corresponde a él el derecho de ser el primero en intentarlo. Según el sentido común y según Clegg, es un derecho que le corresponde a quien ha obtenido un mandato de las urnas: en este caso el líder conservador.
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