El ataque israelí no ha sido sólo contra la flota de ayuda humanitaria para Gaza. Los disparos también perforaron el corazón del esfuerzo que venía haciendo Barack Obama a favor de un acuerdo de paz en Medio Oriente para dejarlo, en cambio, exánime y con pronóstico reservado. Semejante desastre se entiende con una imagen: hoy, Obama y el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, tenían previsto reunirse en la Casa Blanca para relanzar las conversaciones de paz estancadas desde marzo. En lugar de eso, lo que sucede es que el gobierno norteamericano -al igual que buena parte del mundo occidental- reclama hoy explicaciones por lo ocurrido a un gobierno israelí que quedó en el punto más alto de su aislamiento internacional. "Es importante conocer lo antes posible todos los hechos y circunstancias en torno a los trágicos eventos" ocurridos en el abordaje militar de la flota de ayuda humanitaria en el que fueron asesinados activistas internacionales, señaló la Casa Blanca.
Obama disfrutaba de una mañana de descanso en Chicago cuando fue informado de la masacre.
Luego de semejante baldazo, los hechos siguieron así: sus colaboradores le informaron que Benjamin Netanyahu cancelaba su visita a Washington y luego ambos líderes hablaron durante 15 minutos por teléfono.
La información que la Casa Blanca emitió al respecto fue escueta. El comunicado afirma que el presidente "lamentó las muertes" ocurridas durante el "incidente"; "comprendió" la cancelación del viaje de Netanyahu y subrayó "la importancia de conocer lo antes posible" todo lo ocurrido en el ataque.
Por detrás de tanta cautela, ardía la mecha que se encendió para Washington. Su acercamiento con Israel acababa de volatilizarse, al igual que las esperadas "conversaciones indirectas" con la autoridad palestina. Y lo que se ensayó fue apenas un intento por evitar que el efecto fuera aún más devastador.
Esto es: que en un perverso dominó arrastrara también su estratégica relación con Turquía y, con ello, su política de presión a Irán por su desarrollo nuclear. "Es que uno de los problemas adicionales en esta súbita crisis es que el presidente está lidiando con dos aliados, Israel y Turquía", dijeron anoche a LA NACION fuentes diplomáticas locales. ¿Cómo atender a uno sin irritar al otro? Ese era el dilema, detrás de cada gesto.
El gobierno turco ayer se mostró indignado con Israel. Y, desde ese punto de vista, quedó decepcionado con la primera reacción de Obama."Esta declaración inicial [de la Casa Blanca] ha sido modesta. Podríamos haber esperado algo más", lamentó el embajador de Turquía ante Naciones Unidas, Namik Tan.
"Lo sucedido merece la condena de todos los gobiernos porque ocurrió en aguas internacionales y porque afectó a civiles en una misión humanitaria", añadió el diplomático, al explicar el porqué del desencanto.
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