El avance de los republicanos en las elecciones de noviembre hizo que Barack Obama tuviera que revisar la agenda con la que llegó a la Casa Blanca, dando prioridad a la política interior sobre la exterior y aparcando sus proyectos más reformistas. Pero un giro económico que podría dar resultado pensando en las próximas presidenciales está teniendo consecuencias inmediatas en las propias filas del presidente. La pasada semana, los demócratas decidieron rechazar en la Cámara de Representantes los planes de Obama para prorrogar el recorte fiscal que puso en marcha su predecesor, y que concluye este año.
Más que una derrota de efectos irreversibles, es una advertencia para los dos años que restan al mandato presidencial. La Cámara que votó contra la propuesta de Obama será renovada en breve y los demócratas que se han opuesto a su líder han pretendido dejar constancia de que no suscriben la estrategia de respuesta a la derrota de noviembre. De ahí que no surgiera ninguna propuesta alternativa en la Cámara, sino un rechazo a los términos en los que Obama presentó la iniciativa. Los demócratas consideraron que se trataba de una concesión excesiva a los republicanos, puesto que renunciaba a una de sus más importantes promesas electorales.
Si Obama ha decidido reconsiderar su posición sobre el recorte fiscal es, en gran medida, porque las elecciones de noviembre introdujeron un alto componente ideológico en la política estadounidense. Las acusaciones de estar llevando al país por la vía del socialismo que se dirigen contra Obama han tenido más eco del que cabría esperar de un eslogan tan llamativo como manifiestamente irreal. Aumentar la fiscalidad o, como en este caso, no prorrogar su recorte, ofrece una inmejorable baza propagandística a los republicanos, que desde noviembre vienen repitiendo la idea de que el gasto del Gobierno federal es excesivo. Mientras que la Casa Blanca ha tratado de cerrar este flanco, los demócratas han considerado que este brusco giro agravará el problema del déficit, sin que contribuya a mantener la fidelidad de su electorado. Tras el rechazo del Congreso, la propuesta de Obama se votará esta semana en el Senado, donde ya se han iniciado las escaramuzas entre republicanos y demócratas.
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