Hace pocos días, el 1 de enero, se conmemoró el LII aniversario de la revolución cubana. Fue un aniversario muy especial, pues a diferencia de los 51 anteriores, esta vez la conmemoración no sólo coincidió con el inicio de un nuevo año, sino, además, con la clausura de toda una era histórica y la inauguración de una nueva. Con el año 2010 terminaron 52 años de “construcción del socialismo” y se inauguró el proceso de restauración de varios componentes del capitalismo.
El fin de una era fue simbolizado mediante una disposición que retiró de la libreta de racionamiento, a partir de la media noche del 1 de enero, una serie de artículos de aseo como dentífrico, jabones y detergentes. A partir de ese día, quien quiera cuidar su higiene personal tendrá que recurrir al libre mercado, donde los precios son hasta 25 veces superiores. Y ése es sólo un paso más hacia la eliminación del sistema de subsidios y racionamientos implantado en 1962. Los precios de los artículos que dejan de ser subsidiados han subido ya, en algunos casos, en más de 2 mil por ciento.
De manera simultánea se ha iniciado una masiva privatización de la economía cubana. Se ha iniciado la “relocalización” de medio millón de empleados públicos (25 por ciento del total), que en el transcurso del año que se inicia tendrán que recurrir a su propia iniciativa, creatividad y espíritu emprendedor para ganarse el sustento diario. Ellos tendrán que empezar a reconstruir, prácticamente de la nada, el sector privado de la economía cuyo desmantelamiento se inició en 1959.
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