La turbulencia social desatada por el decreto —luego abrogado— de los carburantes, más el balance del año recién concluido, obligan a una concentración casi exclusiva en la economía. Las cifras macro le sonríen al país, en un contexto internacional todavía favorable. Preocupa el retorno de la inflación y sus efectos. El 2011 empezó movido en esta materia.
Forzados por las circunstancias, los bolivianos pasan en estos días clases aceleradas de economía. La consecuencia inmediata del fallido intento del Gobierno de incrementar los precios de los combustibles ha sido una tendencia inflacionaria, con un primer testimonio que lastima donde más duele: la inestabilidad en los precios de los productos de la canasta familiar. La tranquilidad vuelve a los mercados, después de la abrogatoria del Decreto Supremo 748, pero nadie puede asegurarla para el futuro: aunque fuese en pequeños porcentajes, el alza de la gasolina y el diésel llegará tarde o temprano y predispondrá a nuevos reajustes, comenzando con el ansioso transporte público.
El clima de incertidumbre económica es terreno abonado para el agio y la especulación, prácticas que han elevado el nivel de la inflación hasta 15%, según la preocupación expresada por la Central Obrera Boliviana. Las alcaldías del país tendrán que demostrar que son capaces de realizar un control efectivo, en defensa de un público consumidor cada vez más desprotegido de la acción estatal y sobrepasado por la falta de escrúpulos de una minoría.
El Ministro de Economía defiende su gestión con incontrastables cifras macro, entre las que sobresalen los 9.200 millones de dólares de reservas internacionales. También se han recuperado las exportaciones, que son importantes para el comportamiento interno. Pero el problema se concentra ahora en la inflación, cifrada en 7,18%, aunque la del rubro de los alimentos es mayor.
Como manda la ortodoxia, se busca compensar la incidencia negativa de la inflación con un incremento salarial, sólo que el inminente anuncio no está generando la expectativa de otras veces. Caídos los ánimos, la inflación con la que cerró el año pasado deja un amargo sabor de boca luego del récord de apenas 0,26% en el 2009. Atisbando el vecindario en la región, la inflación en Bolivia supera la media latinoamericana.
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