El régimen acaba con treinta años de subvenciones a productos básicos, en una situación de creciente deterioro
El precio de combustible se ha multiplicado por cuatro y las autoridades temen el enfado de los ciudadanos ante la entrada en vigor de las mayores reformas económicas desde el triunfo de la república islámica en 1979. Tras más de un año de incertidumbre y retrasos, el presidente Ahmadineyad dirigió un discurso televisado a la nación para anunciar el fin de los subsidios a la energía y los alimentos, unas ayudas que venían de los duros años de la guerra con Irak. «Necesitamos la cooperación y sacrificio del pueblo», adelantó el dirigente ultraconsevador que se marcó un plazo de cinco años para la puesta en marcha de las medidas previstas.
M. A..Si la carrera nuclear fue el caballo de batalla del primer mandato presidencial de Ahmadineyad, el segundo está marcado por este plan de contención del gasto público que llena de dudas a millones de ciudadanos que no tienen otro tema de conversación. Cada taxi, autobús y cafetería se ha convertido en un parlamento donde detractores y partidarios discuten este plan quinquenal cuyo objetivo final es «una mejor distribución de la riqueza y un ahorro de energía», según un presidente al que muchos le recuerdan el eslogan de su campaña electoral de 2005 en el que prometía «llevar el dinero del petróleo a la mesa del comedor de la gente». Cinco años después el combustible está racionado —desde mayo de 2007— y ha multiplicado por cuatro su precio.
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