
Toyota, Sony, Toshiba y demás. Ningún país experimentó nunca una transformación económica tan asombrosa como la que vivió Japón desde los años cincuenta hasta mediados de la década de los setenta: una nación en gran medida agrícola se convirtió en un gran exportador de acero, tecnología y sobre todo de automóviles, uno de los termómetros de la economía japonesa a través de sus grandes marcas.
Las fábricas de las principales empresas se esforzaban ayer en recuperar la normalidad. Para otros muchos sectores -básicamente los industriales y los más relacionados con la energía-, el terremoto, el tsunami y el temor a un accidente nuclear apuntan hacia un largo invierno del descontento que dejará profundas cicatrices en la economía japonesa. Pero junto con los coches, algunas cosas vuelven a experimentar algo parecido a la normalidad, ante la sospecha de que tal vez -solo tal vez- la reacción de los últimos días es excesiva. La Bolsa japonesa subió ayer el 5,6%, después de perder un 16% en dos jornadas (tanto como lo que cedió en los seis meses posteriores al terremoto de Kobe en 1995).
La lluvia de liquidez que ha puesto en marcha el Banco de Japón empieza a surtir efecto. Tras dos nuevas inyecciones -el banco central ha bombeado ya más de 200.000 millones-, los mercados reaccionaron en Japón y en el resto de Asia. Pero el contagio sigue más al oeste: las Bolsas europeas bajaron en torno al 2%, y las americanas una cifra parecida. Los mercados han tenido una reacción de manual a la catástrofe japonesa: profunda caída en Bolsa seguida de un rebote técnico -el de ayer-, y en general un vuelo hacia la calidad, una huida del riesgo de los inversores, que se refugian en los activos más seguros: deuda pública de los grandes países, francos suizos, oro.
Los costes de la catástrofe son difíciles de medir en términos económicos. El mayor banco de inversión del mundo, Goldman Sachs, los cifró ayer en unos 142.000 millones de euros. Y sin embargo no modificó sus previsiones para este año: la entidad estima que no habrá impacto sobre el PIB siempre y cuando los cortes en el suministro de energía no se prolonguen más allá de finales de abril. Otras casas de análisis aseguran que habrá un recorte del PIB de entre medio punto y un punto. Y sin embargo ese impacto limitado no esconde efectos muy diferentes en sectores clave de la economía nipona. Los más importantes son los siguientes.
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