Mariano Rajoy visitó este miércoles por última vez Cataluña en campaña y, como él mismo dijo, se llevó "un chute" de entusiasmo y de banderas catalanas, españolas y del PP agitadas y gritos de "!presidente, presidente!", pero él no se molestó siquiera en alterar su discurso diario. En esta comunidad se juega parte de la holgada mayoría, porque es uno de los territorios que le ha sido más adversos, pero él siguió a lo suyo.
En un mitin multitudinario y eufórico en un feudo del PSC, L´Hospitalet, Rajoy culminó el giro hacia la moderación autonómica de la última legislatura: ni una referencia al nacionalismo, ni una insinuación sobre el pacto fiscal, ni una sugerencia de política autonómica. Solo economía, solo crisis, mucho cambio y el mismo discurso de cada día y en cada lugar. Ni hablar catalán en la intimidad, ni rechazo a la política lingüística, solo tibieza en la anti-campaña que no molesta. A piñón fijo.
Los datos económicos pésimos siguen haciéndole la campaña electoral a Mariano Rajoy, pero, al tiempo, le llenan de nubarrones su inmediato futuro como probable nuevo presidente del Gobierno. Los datos oficiales conocidos este mismo miércoles que rebajan del 1,3% al 0,8% el crecimiento le sirven de cartel electoral y de munición política para compensar su indolente campaña electoral.
Los cinco millones de parados son su eslógan de campaña, como el martes fue la prima de riesgo y ahora es el estancamiento de la economía y el desbordamiento del Gobierno.
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