El régimen sirio ha quedado aislado en el mundo árabe. Siria fue expulsada temporalmente de la Liga Árabe el pasado sábado, en un gesto de repulsa por la brutalidad con que el presidente Bachar el Asad reprime a la oposición. El rey Abdalá de Jordania este lunes fue más lejos: se ha convertido en el primer dirigente regional en pedir la dimisión de El Asad. “Si Bachar tuviera algún interés por su propio país debería dejar el cargo”, ha dicho Abdalá a la BBC, y hacer lo posible para que “comenzara una nueva fase en la vida política siria”.
El revés diplomático de su vecino le ha llegado a Damasco el mismo día en que la oposición denunciaba la muerte de 40 activistas contrarios a El Asad en la localidad de Khirbet Ghazaleh, a tan solo 20 kilómetros de la frontera con Jordania.
La expulsión de la Liga Árabe fue recibida en Damasco con gestos de desafío. Según el Gobierno sirio, la decisión carecía de validez porque fue aprobada por 18 de los 22 países miembros y no por unanimidad. Pero el castigo impuesto por los vecinos debió doler al régimen, ya que de forma casi inmediata grupos de manifestantes fieles a El Asad, armados con piedras y palos, intentaron asaltar embajadas árabes en Damasco sin que la policía siria hiciera nada por impedirlo.
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